Capítulo 23

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Cuando volví a abrir los ojos, ahora si gracias a la luz del día que iluminaba a través de la única ventana de la bodega-casa vacacional de Timothée, me senté en la alfombra tallándome los ojos adormilados y me di cuenta, sin un rastro de sorpresa o desilusión de que mi compañero de noche ya no estaba descansando a mi lado, supuse que después de un par de horas dormir en el suelo no le resultaría tan cómodo. Afortunadamente, fue lo suficientemente atento como para traerme un cambio de ropa, ya que de no ser por eso, hubiera tenido que salir sin dignidad y con un vestido estropeado. Ahora solo saldría del cuarto sin dignidad.

Pero a pesar de la terrible noche, me sentía descansada como nunca. Se lo atribuía a Timothée, porque estoy segura de que estuvo velando mi sueño y luego de esa charla en la madrugada donde yo me abrí a él con todos esos miedos, no podía sentirme mejor. En ocasiones, lo único que necesitas para aliviar el dolor es hablar y ser escuchado. Y aunque Timothée era insufrible cuando se lo proponía, así como grosero y mandón y todos esos adjetivos que no es posible que le quepan todos en conjunto, él sabe escuchar.

Me encaminé a la cabaña principal, en la cocina interior ya se escuchaban las carcajadas de Susan, las bromas de Pauline y los gruñidos de Timothée. Me frené en la pared para escucharlos conversar sin ser vista, cosa que me convertía en una terrible, terrible persona.

-Nunca había visto a mi hermanito tan enamorado. Nunca. -Exageró Pauline.

-¿Quieres saber lo primero que me dijo este idiota cuando nos conocimos? -Me sentí tan intrigada a lo que a continuación diría Susan que no me moví ni un paso. Pauline hizo un sonido de aprobación.

-Bueno, teníamos como dieciséis años y él acababa de ser aceptado en la pandilla de Los Chicos Malos de South, recuerdo que aun traía el ojo cerrado por los golpes de la iniciación. -Timothée empezó a quejarse, no muy de acuerdo en que le contara esa anécdota a su hermana. -Yo me acerqué a el en la fiesta porque, mira me apena mucho decirlo pero me pareció atractivo. -Pauline hizo como que le dió asco. -Pero lo primero que me dijo, después de darle un tragote a la botella fue...-Hizo redobles en la encimera y se aclaró la garganta para después hacer una mala imitación de la voz de Timmy: -"No me interesas, yo estoy loco por una pelirroja que se la pasa molestándome todo el puto tiempo".

-¡Ni siquiera fue así! -Soltó el chico con vergüenza, cosa rarísima en él. A mi inevitablemente se me formó una sonrisota en la cara.

-¡Entonces fue ese día! -Lo interrumpió Pauline, atando cabos. -Estabas tan enojado porque era la primera vez después del funeral que Ariel siquiera te volteaba a ver y lo hizo solo para gritarte en la cena que eras un idiota inmaduro que no sabía externar su dolor si no era a los golpes.

-Si, gracias, ahora esta loca tiene más motivos para seguir tocándome los huevos. -La risa de Susan confirmó su suposición. Esos dos se la vivían peleando y en desacuerdo por una y mil cosas, pero sabía que en el fondo Timmy la apreciaba a su modo.

-Desde ahí se notaba que estabas enamorado. -Por la emoción en su voz y el gruñido de su hermano, me imaginé que lo había abrazado a la fuerza.

-No se lo digan a Ariel, se le van a subir los humos. -Él no estaba mintiendo, si hubiera estado sola, me hubiese puesto a brincar como loca de la emoción.

Pero Miles ya tenía rato viéndome con una sonrisa complice desde el final de la escalera, le hice un "Shh" silencioso y subí con él para poder ver a Jay en su habitación. Oli estaba sentado en una silla al lado del castaño que para calmar mi consternación, ya estaba sonriendo y quejándose del caldo de verduras que su amigo estaba empeñado en darle a cucharadas.

-¡Pues si no es gripe! Ni mi mamá me obliga a comer. -Al verme, le creció una sonrisa dolorosamente sincera. -Hola, sirenita.

-¿Como te sientes? -Pregunté, sentándome al borde de la cama. El color de su piel ya se encontraba en su estado habitual.

Cicatrices |Timothée Chalamet|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora