Capitulo 9

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Ariel Byrne

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Ariel Byrne

Salí del automóvil riéndome de puros nervios, Timotheé imitó mi acción y me siguió por la acera que daba a su casa.

-¿Yo? ¿Enamorada de ti? -Bufé restándole importancia en el momento en el que él abría la puerta principal. Me dejó pasar a mi primero y cerró detrás de él.

-No te molestes en negarlo, es inútil. -Me dijo con aires de grandeza y se dirigió directamente al sofá, donde se dejó caer plenamente subiendo los pies a la mesa de centro y tomando el control remoto para prender la televisión y retomar el estupido partido de futbol. -Siéntate y dime quién carajos te llamó. -Palmeó a su lado.

Es divertido como trata de ser cordial, pese a que maldice y se le nota en la forma en la que aprieta la quijada que está perdiendo la paciencia. Aún así, como la tonta que soy y con ese afán que tengo de hacerlo enfurecer, me senté a un lado de él.

En realidad, no quería decirle la verdad hasta no saber exactamente qué es lo que realmente estaba pasando con esos mensajes y llamadas; no le diría nada sobre eso. A nadie. Pero esperaba que él no fuese demasiado insistente y yo lo suficientemente persuasiva para hacerlo olvidar la llamada inoportuna.

-¿Puedes dejar el tema de lado? -Fruncí ligeramente los labios. Sus ojos viajaron directamente a ellos y de la manera más caliente posible, relamió los suyos.

Y yo que pensaba ir a misa para absolver todos mis pecados del día de ayer.

Tomé una de sus manos, aún con desconfianza a que me fuese a rechazar y gentilmente tracé círculos en ella. El dejó que lo hiciera, aún sin despegar la vista de mis labios.

-Sabes que no puedo.

-¿Por qué eres tan insistente? -El tono de mi voz reflejó frustración, sin embargo, no solté su mano.

-¿Por qué eres tan terca? -Contraatacó de la misma manera. Rodé los ojos.

-No tienes que preocuparte por mi. -Hice una pausa para encogerme de hombros. -Ni siquiera somos amigos, ni siquiera te caigo bien.

Pensé que eso lo ofendería y actuaría a la defensiva, pero el sorprendente Timotheé tomó mi sinceridad como un cumplido (lo cual no era precisamente el objetivo) y con una sonrisa de lo más seductora, su mano tomó la parte de atrás de mi cuello y se inclinó para besarme.

Por más ansiosa que estuviera por sentir nuevamente sus besos, respiré hondo antes de empujarlo ligeramente del hombro, limitando su acercamiento.

-¿Qué estamos haciendo? -Le pregunté seriamente porque, sinceramente, no entendía bien el objetivo de su juego.

-¿A qué te refieres?

-A esto. -Lo señalé y me señalé. -No entiendo que estamos haciendo, y sé que si tuvieras ganas de tener un noviazgo nunca me hubieses elegido a mí para ello. -Frunció aún más el ceño. De inmediato supe que había elegido mal mis palabras, pero no me corregí -¡Por qué me odias! Hasta ayer podías ni verme a la cara, y cuando lo hacías era con asco.

Cicatrices |Timothée Chalamet|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora