Capitulo 21

1.3K 95 3
                                    



Ariel Bryne

Encontramos a Jay fuera de si, por lo visto drogado, de inmediato deduje que le habían puesto algo en la bebida. De estar sentado en la mesa, terminó en el callejón de las puertas de servicio sin poder mantenerse en pie, allí fue donde lo encontramos, luego de un par de minutos. No debimos dejarlo solo ni un maldito segundo.

Me abracé a su cuerpo y él débilmente hizo lo mismo, sus ojos apenas abiertos, sudando frio y sin ser capaz de controlar su cuerpo de los temblores. Se me apretó el corazón. Timmy regresó junto con Miles y Oli que reaccionaron rápido y lo cargaron para llevárselo al auto.

Esto es mi culpa.

-¿Qué harán, lo van a llevar al hospital? -Pregunté con un tono histérico, siguiéndolos. Timothée iba delante de mí y ni siquiera me miró cuando se metió y encendió el auto.

Miles cerró la puerta del auto después de recostarlo y suspiró.

Esto es mi culpa. Alguien escupamelo en la cara.

-No, no podemos, es menor de edad y sería un lío. -Claro, esto lo entendía, pero no teníamos idea de qué mierda le habían dado. -Llamé a mi prima, viene en camino. -Recordé a su prima, la que había ayudado a Timotheé con sus heridas.

Oli y Miles se miraron, preocupados.

-Será mejor que tu te quedes en el club, ni Susan ni Pauline se dieron cuenta.

Miré a Timothée de reojo por unos segundos, esperando a que el dijera que ni de broma me dejaría sola aquí luego de esos mensajes, pero nada, ni una sola mirada, estaba como ausente.

El sabe que es mi culpa. Todos saben que es mi culpa.

No tuve opción, me abracé a mi misma y me di la vuelta regresando al lugar, aun llevaba el celular conmigo y entonces, de repente, una idea estupida, jodidamente estupida, creció en mi cabeza.

Envié un mensaje al numero desconocido y antes de que Susan, Pauline y su novio quienes bailaban como si nada de esta mierda hubiese pasado se dieran cuenta de mi presencia, volví a salir a las calles de este pueblo extraño siguiendo los pasos del maldito psicopata que se ha obsesionado con arruinarme la vida.

Un tatuaje. Quería que buscara la única tienda de tatuajes en el pueblo, que tocara la puerta y que avisara que estaba allí para tatuarme. Caminé por quince minutos por las calles poco alumbradas y vacías antes de encontrar el local. Inhalé y exhalé antes de entrar, cuando abrí la puerta la campanilla arriba de esta sonó a película de suspenso, por las horas o por el motivo de mi entrada a este lugar, que sé yo. Lo de Jay no sería en vano, iba a sacarle todo el provecho posible a esta mierda.

Un hombre se enderezó en el escritorio de la pequeña y muy desordenada recepción, parecía haber estado tomando una siesta.

-Buenas noches, quiero hacerme un tatuaje. -El hombre con barba de Santa Claus regresó a su posición, recostando su cabeza entre todos los papeles.

-No hago tatuajes los sábados después de las 12 de la noche, los jóvenes borrachos se tatúan estupideces. -Entonces, el teléfono de cable sonó a su lado, por lo silencioso que estaba el lugar, a ambos nos hizo brincar. Contestó a regañadientes y le cambió la cara, me inspeccionó. -Si, sí, pelirroja, claro, correcto, me debes una hijo de puta.

Me había dicho que lo llamaría, pero no imaginé que fuese tan acertado. El hombre colgó el teléfono y se dirigió a mi, me doblaba la edad y la altura.

-Niña voy a tener consideración contigo, tu decides donde quieres las rayitas. -Se levantó y me señaló la camilla, lo vi ponerse unos guantes probablemente reutilizados porque ni siquiera se molestó en sacarlos de un empaque nuevo. Si era cien por ciento honesta, lo del tatuaje no me abrumada tanto, pero una infección por tatuarme en este lugar tan deplorable, eso sí me inquietaba.

Cicatrices |Timothée Chalamet|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora