Capitulo 20

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Ariel Byrne

No podía esperar menos. Desperté con un dolor de cabeza insoportable y unas ganas inmensas de vomitar, cuando me aseguré de que nadie se encontraba en la casa, me apresuré al baño a soltar los restos de alcohol, comida y bilis. Cuando terminé y comencé a sentirme mejor, lo suficiente para mantenerme de pie sin marearme, tomé una ducha y me cepillé los dientes como unas tres veces para quitarme la sensación de asco. No suelo vomitar luego de emborracharme, pero ayer me había pasado de los límites, recordaba cada ridícula cosa que hice. Le debía una disculpa a Ben y un nuevo retrete.

Desde el día que salí de la comisaría, luego de hacer la denuncia, mi mamá no había parado de llamarme y enviarme mensajes, hasta el momento no me atrevía a leer ninguno, porque sabía a ciencia cierta qué no eran mensajes de una mamá preocupada, sino de una esposa preocupada por únicamente la seguridad y bienestar de su esposo. No la odiaba, simplemente no podía hacerlo, pero me rompía el corazón esta situación. También había estado comunicándome con el abogado que Nicole estaba pagando para mí, me avergonzaba no poder pagarle ni la mitad de los honorarios, pero le aseguré que algún día lo haría. En unos treinta años más probablemente.

Afortunadamente Pauline le había cambiado el tono a sus llamadas solo para fastidiarme, por ello, cuando comenzó a sonar, contesté al segundo timbre. Lo puse en altavoz mientras mis piernas trataban de entrar en el short de mezclilla.

-¡Buenos días! -Saludó efusivamente mi mejor amiga. Escuché una voz quejumbrosa y masculina de fondo y sonreí como tonta porque sabía exactamente a quién pertenecía. -Oye, buenas noticias, iremos a la cabaña de papá el fin de semana...Dice el señor gruñón va a pasar por ti en diez minutos.

-¿Podrías decirle al señor gruñón que me traiga una aspirina? -Pauline repitió exactamente lo que le dije elevando su tono de voz hacía alguien.

-Dijo que no. -Volvió a hablarme a mí y yo rodé los ojos. -Bueno, solo quería avisarte para que estés lista, nos vemos un rato más. Te amooooo.

Y colgó. Me dispuse a hacer una pequeña maleta con mi ropa y sin detenerme a pensarlo, también empaqué la lencería que Pauline me había regalado. Tal como dijo, escuché el auto estacionarse frente a la casa de Ben luego de 10 minutos y posteriormente la puerta abriéndose y cerrándose. Me apoyé en el marco de la puerta de la habitación, Timotheé estaba especialmente guapo el día de hoy, radiante y limpio, con una gorra de béisbol azul marino cubriéndole gran parte del cabello. Percibí una sonrisa cuando vió en mi dirección y lanzó un paquete de aspirinas y otro de dramamine en la mesa de centro.

-Estaba a nada de no traerlas. -Me señaló con el dedo. -Pero no quiero vomito en mi auto. -Se fue de paso a la cocina y cuando regresó, me pasó un vaso con agua. Bajo su mirada divertida, me tomé ambas pastillas. Para mí, viajar a la cabaña de los Chalamet no es nada emocionante, hay demasiadas curvas en el camino y yo siempre termino mareada, supongo que Pauline se tuvo que recordar.

Además, no es como que mi condición en estos momentos vaya a ser de mucha ayuda. Siento que no puedo mantenerme de pie sin marearme.

Sé que quiere comenzar a burlarse y recordarme lo de anoche, lo noto en sus ojos, en su estupida sonrisa ladeada y en como se acerca a mi para provocarme y por eso, hago lo posible por escabullirme y me meto cuanto antes dentro del auto. El sol me da en toda la cara y me muerdo la lengua para no comenzar a quejarme, eso solo le daría más motivos para reírse de mi.

-Puedes usar mis lentes si quieres. -Señala el porta vasos del auto cuando comienza a andar.

-Estoy bien así, gracias. -Centro mi atención en la calle. -¿Invitaste a tus amigos?

Cicatrices |Timothée Chalamet|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora