1. Cicatrices

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Utilizaremos metas, como siempre, para alcanzar las actualizaciones 

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Cerré los ojos y dejé que el suave movimiento de las olas me guiase. El abrazo del mar del clan Aqua me reconfortó a pesar de la baja temperatura, y el olor a salitre y humedad me envolvió en una nube de paz que raras veces alcanzaba. Los rayos de los soles me acariciaron la piel y su energía me calentó y logró contrarrestar el efecto del agua helada.

Suspiré sin pretenderlo, perdida en mis pensamientos y en la sensación de intranquilidad que vivía en mi pecho desde que Catnia había escapado del castillo. Aquel día las lunas de Neibos regresarían a la misma posición en la que se encontraban cuando las tropas de Júpiter asaltaron la Ciudad Azul, y el dolor que inundaba nuestros corazones, por mucho que tratásemos de ocultarlo, latía más fuerte que nunca.

No sabía cómo, pero ya había pasado un ciclo de Asteria desde que la fuente de la Fortaleza se había teñido del color de la venganza. Una luna desde que habían asesinado a Farren en un ataque pérfido y furtivo en los corredores del castillo. Una luna sin saber quién era el culpable de su muerte.

El tiempo escapaba de nuestro agarre y se aseguraba de estar lo bastante cerca como para que sintiésemos la importancia de su pérdida. Las puestas de los soles se sucedían ante nuestros ojos sin descanso, pero estábamos incluso más perdidos que al principio.

A menudo me descubría pensando en aquella tranquila mañana en la que mi camino se había cruzado con el de Alis. ¿Qué habría ocurrido de haber tomado cualquier otro sendero del bosque? ¿Estaría mi destino vinculado al suyo o, al contrario de lo que decía el anciano, habría alguna forma de escapar de la sentencia del hado?

Me moví bajo el agua para mantenerme alejada de las rocas y la memoria de unos ojos que reflejaban el universo me invadió la mente al instante. Recordaba con todo detalle los cristales que le cubrían la piel con los tonos propios de un día de lluvia, y también sus labios, del color de la luna más brillante que iluminaba el cielo.

«No malgastes la oportunidad que se te ha dado».

La voz de la ninfa resonó en mi pensamiento con una potencia que me dificultó la respiración. El temor que ocultaba en el pecho se desató sin tener en cuenta mi voluntad y me llevé una mano a la frente en un intento por calmarme.

—¿Así que esto es en lo que inviertes el tiempo mientras el resto nos deslomamos? —dijo una voz que me sobresaltó.

El jefe del clan me observó desde la orilla y vi el cansancio que reflejaba su rostro a pesar de la distancia. Aquella sombra había estado presente desde el día en el que lo había conocido, pero con la muerte de Farren se había agravado hasta el punto de no desaparecer jamás. Ya no recordaba cómo eran sus facciones sin las manchas púrpuras bajo los ojos y las arrugas de la frente.

En las escasas ocasiones en las que sonreía, Killian me recordaba cómo era nuestra vida antes de la venganza y el dolor, cuando no éramos más que dos extraños que desconocían el peligro que se cernía sobre ellos.

La perdición de la tormenta (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora