45. Corrientes de aire y descargas eléctricas

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Me dirigí hacia los acantilados a toda prisa

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Me dirigí hacia los acantilados a toda prisa. Tras las rocas y los árboles de bruma descansaba una zona oculta a los ojos de los viandantes. El frío de la madrugada me caló hasta los huesos y me froté los brazos para aliviar el malestar. Atravesé la niebla y me encontré con la inmensidad del océano, que brillaba enérgico bajo la luz de las tres lunas. Escuché pasos que avanzaban en mi dirección y sonreí en cuanto distinguí a Musa entre la neblina.

—¿Me recuerdas por qué he venido a verte a unos acantilados mientras la ciudad duerme? —preguntó.

—¿Porque me quieres?

Musa bufó, y tras la diversión que mostraban sus ojos, vi la preocupación que se ocultaba entre capas y capas de emociones.

—¿Qué ocurre?

—No debería haberme acostado con él, Moira. Ha sido una mala idea.

—Malditos sátiros tenebrosos y malditos soldados —murmuré irritada—. ¿Recuerdas cuando en nuestra vida solo había hrathnis que nos facilitaban los atardeceres?

—Eran buenos tiempos —dijo con una sonrisa nostálgica—, aunque creo que no me arrepiento.

—Ninfas, entonces sí que has pasado una buena noche...

Musa se rio y generó una corriente de aire mentolado que me golpeó el rostro y me sacudió el cabello.

—¿Cuál es el plan? —me preguntó.

—Necesito que me ataques.

—Me alegra que nuestra amistad se encuentre en su mejor momento.

—Cuando Emosi nos atacó, sentí un hormigueo de poder en el pecho. Me ocurrió lo mismo tras encontrarme con Catnia y el jabalí de fuego. Creo que solo funciona si tengo miedo.

—Y para comprobarlo, ¿pretendes que te haga daño? —preguntó incrédula.

—El sanador no está lejos, y si estoy en lo cierto, deberíamos preocuparnos más por tu seguridad que por la mía.

—Cuánta arrogancia...

—No sé controlarlo, Musa.

—Está bien, veamos qué puedes hacer...

Musa dio un paso atrás y generó un orbe de energía esmeralda que envió en mi dirección. La adrenalina me recorrió las venas y el poder elemental me golpeó y me lanzó varios metros más atrás.

—¿Es que todos tus planes se basan en la autodestrucción? —me preguntó Trasno enfadado.

—Esto ha sido una idea terrible —dijo Musa mientras acudía a socorrerme.

—¿Tanto como tu noche de pasión con Quentin? —La esmeralda sonrió y me ayudó a levantarme—. Otra vez.

Nos centramos en la energía que descansaba en nuestro entorno. Intenté ayudarla a percibirla, y después de varios intentos, la esmeralda dejó de invocar el poder de las gemas y empezó a utilizar el que fluía a nuestro alrededor. Las primeras ofensivas se materializaron en forma de breves sacudidas y corrientes de aire, pero su magia ganó fuerza con cada ataque hasta que consiguió derribarme.

La perdición de la tormenta (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora