-Romance, fantasía, aventura-
Obligada a vivir al margen de la sociedad por no ser como el resto, la singular Moira Stone se verá forzada a salir de su escondite cuando un inaudito acontecimiento amenace con destruir su hogar. ¿Pero qué puede hacer...
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Mis alumnos y yo nos tuvimos que trasladar a un aula más grande. El número de asistentes a mis clases había aumentado considerablemente, lo que me hacía sentirme orgullosa tanto de los jóvenes que habían estado conmigo desde el principio como de aquellos que se atrevían a dar un paso en contra de los deseos de la Autoridad, pues era evidente que el Consejo no descansaría hasta que se me prohibiese la entrada a Slusonia.
Aquel amanecer les hablé de la guerra. Tenía un mal presentimiento, uno de esos que te atraviesan el alma y te hielan los huesos con la humedad del invierno. Sentía que nos encontrábamos en los latidos previos al estallido de una tormenta, con el cielo cubierto por nubes oscuras y el ambiente cargado de una electricidad peligrosa.
Los rostros de mis alumnos reflejaron el sufrimiento de nuestros ancestros y los horrores que habían diezmado a la población del mundo antiguo. Les hablé del miedo y la presión e intenté explicarles que tenían tanto poder que podían cambiar el discurso de una batalla. Utilicé materiales que tomé del registro para ilustrar las historias que les contaba. Quería que supieran que se trataba de algo más que de leyendas impersonales. Quería que entendiesen que el sufrimiento de un pueblo no se podía ignorar a pesar de las edades. Que bastaba con una chispa para prender un conflicto que enfrentase a la humanidad, y aunque pareciese imposible, aquello también nos podría ocurrir a nosotros.
Me detuve cuando vi que tenían los ojos vidriosos y les sonreí orgullosa. Recorrí el aula con la mirada y descubrí que todos me observaban con una atención que jamás creí llegar a suscitar. Reconocí a varios adultos en una esquina y los jóvenes se volvieron en su dirección de inmediato.
—Disculpe, señorita Stone —dijo una mujer tras aclararse la garganta—. Hemos venido a buscar a los alumnos que faltaban en nuestras clases, pero me temo que nos hemos distraído escuchándola.
—Siento haberlos interrumpido —dije avergonzada—. Estoy segura de que se esforzarán por recuperar el tiempo perdido.
Los jóvenes y los maestros se despidieron y los únicos que permanecimos en la estancia fuimos Alis, Zeri y yo. El rubí generó un enlace de luz que abrió un portal escarlata ante nosotros.
—¿Nos vamos? —preguntó ansioso.
Alis y yo nos acercamos con un asentimiento y el joven atravesó la elipse de luz sin más tiempo que perder.
—Espera, Moira —me pidió Alis cuando nos quedamos a solas—. Le hablaré a Killian del diario mientras estemos en el clan Rubí. Así, si tenemos alguna sospecha, estará más motivado a investigarla.
—Es una gran idea —dije orgullosa.
—Iba a contárselo ayer, pero apareció Elísabet y lo estropeó todo.
—No hables así de ella, es la nywïth de tu hermano.
—Y a pesar de serlo —dijo mientras se adentraba en el portal—, nadie consigue hacerlo sonreír como tú.