-Romance, fantasía, aventura-
Obligada a vivir al margen de la sociedad por no ser como el resto, la singular Moira Stone se verá forzada a salir de su escondite cuando un inaudito acontecimiento amenace con destruir su hogar. ¿Pero qué puede hacer...
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El silencio reinó en la armería y todas las miradas se concentraron en el rostro de Max, que nos observó con alivio tras haber confesado su mayor secreto. La tensión se apoderó del ambiente y me senté sobre la mesa de piedra con un suspiro. Aquella conversación se había pospuesto durante demasiado tiempo.
—¿Qué significa que estás maldito? —preguntó Mónica en un susurro, temerosa de pronunciar las palabras en voz alta.
—Que tengo un damnare —dijo el esmeralda mientras les mostraba la marca violeta de su nuca.
—¡No! —exclamó Aidan antes de acercarse a él, incapaz de creer lo que veían sus ojos.
—¿Desde cuándo? —preguntó Quentin afectado—. ¿Cómo ha ocurrido esto?
La mirada de Killian se llenó de reconocimiento y sus ojos centellearon con rabia.
—Fue hace cuatro soles, ¿no es así? ¿Cuando te marchaste con las tropas esmeralda?
Max asintió y Killian apretó los puños hasta que sus nudillos perdieron el color. Los soldados palidecieron y un silencio tan pesado como la magia oscura se apoderó de la estancia. Max suspiró y se sentó en un baúl que había contra la pared, y tras dejar su idrïx al descubierto, comenzó a narrar su historia. Los aylerix y yo nos acomodamos en distintas zonas de la estancia, como si buscásemos formar un círculo con el que protegernos de lo que estaba por venir, y Max prosiguió con el relato hasta que confesó su relación con la muerte y, en consecuencia, la caducidad de su vida.
—Tenemos que hacer algo —dijo Quentin.
—Quizá si hablamos con los-
—No se puede hacer nada —los interrumpió Max, pues no quería que sus amigos se aferrasen a una esperanza vacía—. He cuestionado a los grandes maestros, a los sanadores y con los eruditos. Nadie ha logrado dar con una solución.
—Habrá una salida, Max, siempre hay una salida.
El soldado asintió y la voz de Mónica fue seguida por un silencio triste y doloroso.
—Marco está intentando encontrar la forma de revocar el damnare, pero no pinta bien —dije a pesar del nudo que tenía en la garganta.
—Al menos ha logrado estabilizar mis transformaciones...
—¿Marco? —repitió Quentin—. ¿Marco el líder del Hrath?
—¿Cómo se relaciona Marco con todo esto?
—En cuanto lo descubrí, fui a pedirle ayuda.
—¿Por qué no me dijiste nada?
Killian me miró con una intensidad que amenazó con removerme por dentro, pero se volvió hacia Max en busca de una respuesta.
—Porque la energía transmutada está penada con la muerte —dijo Mónica, que conocía bien a su amigo.
—¿Pensaste que te delataríamos? —preguntó Aidan dolido.