-Romance, fantasía, aventura-
Obligada a vivir al margen de la sociedad por no ser como el resto, la singular Moira Stone se verá forzada a salir de su escondite cuando un inaudito acontecimiento amenace con destruir su hogar. ¿Pero qué puede hacer...
Muchas gracias por toda la interacción de los últimos capítulos ❤
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Los árboles formaban un cuidadoso manto que me protegía de la luz de la mañana. La brisa se colaba entre sus troncos y me acompañó hasta el puente que se alzaba sobre el mar. El salitre y la humedad me acariciaron el rostro en cuanto puse un pie en la recta pasarela de piedra, que era tan blanca como la nieve de las montañas, y el sonido de las olas alivió el nerviosismo que me latía en el vientre.
Me detuve para admirar la magnificencia de Slusonia. Ante mí se erigía un edificio níveo que se alzaba más allá de las nubes, ornamentado con brillantes aquamarinas que decoraban las columnas y flotaban sobre sus altas y finas torres terminadas en chapiteles. La academia estaba construida con el mismo material que el puente y sus tejados eran de un intenso azul que hacía juego con los colores del mar. Entre los arcos apuntados se encontraban vidrieras y grandes ventanales que reflejaban la luz de los soles, y los balcones y capiteles estaban labrados con detalles que honraban el poder del reino del agua. La luz que emitía la piedra blanca se llenaba de color en las zonas en las que la naturaleza estaba presente, y las hiedras y el musgo azul se deslizaban por los muros como si fuesen un elemento más de la construcción.
De las montañas que se extendían más allá de Slusonia descendían torrentes y arroyos que se canalizaban entre las escaleras y balaustradas del edificio antes de precipitarse al mar. El océano atravesaba los arcos que sostenían el puente en el que me encontraba, y su sonido y la belleza de mi entorno me hipnotizó durante varios latidos.
Me obligué a seguir caminando hasta llegar a la gran fuente que presidía la entrada de la academia, donde el agua brillaba con el poder de la magia y formaba figuras que estaban en constante movimiento. Algunos neis se volvieron para saludarme, pero nadie me reconoció bajo la capucha del unüil que había tomado prestado del armario de Cruz.
El silencio me recibió en cuanto crucé la puerta principal. La magia del edificio me golpeó con la fuerza de un vendaval y me aferré al brazalete en honor al mar que tenía en la muñeca. Me obligué a tranquilizarme antes de recorrer las escaleras en curva, pero se me desestabilizó el pulso en cuanto vi a Trasno sentado en la parte superior de la escalinata.
El duende me observó con el rostro impasible. Lo ignoré y me deslicé por los pasillos sin más demora. Los alumnos y los maestros todavía estaban en clase y quería aprovechar la paz de la academia para llegar a mi destino antes de que fuese demasiado tarde. Me detuve ante una taquilla a la que se accedía abriendo la pared y me deshice del unüil para ocultarlo en su interior.
—Siento haberte hablado así —me dijo Trasno tras aparecer ante mí—. No pretendía ofenderte, solo digo lo que piensas.
—Lo sé.
—Me preocupa que no escuches lo que te dice tu conciencia. No quiero que te hagan daño.
—También lo sé —dije en un susurro. El duende me dedicó una sonrisa que correspondí, ya que no le podía guardar rencor por algo que me gritaba mi mente desde hacía lunas.