-Romance, fantasía, aventura-
Obligada a vivir al margen de la sociedad por no ser como el resto, la singular Moira Stone se verá forzada a salir de su escondite cuando un inaudito acontecimiento amenace con destruir su hogar. ¿Pero qué puede hacer...
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El jefe del clan caminaba en silencio junto a mí. Habíamos dejado atrás a los guardias que custodiaban mi cuarto, y aunque estábamos solos en el pasillo, era evidente que quería decirme algo y no sabía cómo hacerlo. Suspiré irritada, lo que provocó que se volviese para mirarme.
—¿Qué pasa? —pregunté cansada de aquel silencio incómodo.
—¿Qué pasa? —repitió como un eco vacío que rebotó en las paredes de piedra.
—¿Quieres que te cuente el cuento de la buena pipa?
—¿El qué? —preguntó confundido.
—No he dicho el qué, he dicho que si quieres que te cuente el cuento de la buena pipa.
—Adelante.
—No te pregunto si adelante o atrás, te pregunto si quieres que te cuente el cuento de la buena pipa —dije mientras trataba de contener mi diversión.
—¿Tienes cinco soles?
—Eso mismo me pregunto yo. ¿Quieres decirme qué pasa de una vez?
Killian deslizó una mano entre su cabello y se esforzó por contener la frustración. El silencio se alargó y llegamos al final de aquel largo pasillo que no parecía ser muy conocido entre los habitantes de la Fortaleza. Me sorprendí cuando se encendieron varias antorchas de golpe, y las llamas iluminaron otro corredor que desembocaba en el mismo lugar al que habíamos llegado nosotros: ante una colosal puerta de madera cuyos límites se perdían más allá de la oscuridad.
—¡Ah! —exclamé.
El jefe del clan frunció el ceño antes de seguir la dirección de mi mirada y emití otro grito que evitó que descubriese al gato negro que se encontraba tras él. El felino me observó con aquellos iris tan familiares, azorado por nuestra presencia, y agarré a Killian del brazo para distraerlo. El animal aprovechó la oportunidad y desapareció a toda prisa, y el jefe del clan me observó con una confusión que amenazó con hacerme reír. El olor a lluvia recién caída me acarició la piel y me tensé en cuanto fui consciente de lo cerca que nos encontrábamos. Podía sentir el calor que emitía su cuerpo bajo mis dedos, y la intensidad de su mirada, junto con el hormigueo que se despertó en mi pecho, consiguió que algo cambiase en el ambiente.
—¿Quieres que te cuente el cuento de la buena pipa? —pregunté en un susurro.
Killian me regaló una sonrisa que me calentó por dentro y sus ojos brillaron con diversión. Di un paso atrás y él negó con la cabeza antes de admirar aquella misteriosa puerta de madera.
—¿Vas a encerrarme en una mazmorra para que nadie me encuentre?
Mi pregunta, en lugar de divertirlo, le llenó el rostro de oscuridad.
—Siento que no hayas podido salir hoy —se disculpó con la voz cansada.
Killian se llevó una mano a la frente, y en aquel momento, vi la sombra que soportaban sus hombros. Bajo elegantes ropas azules se escondía el alma de un hombre que no había tenido ni un latido para sí mismo desde hacía lunas. Tras la tormenta que ocultaban sus ojos vi al niño del que hablaba Adaír en su diario, apenado porque su hermano había desaparecido de la faz de Neibos, y también al hombre que había crecido junto a Catnia, absorbiendo sus enseñanzas envenenadas y olvidando a los seres queridos de su pasado.