-Romance, fantasía, aventura-
Obligada a vivir al margen de la sociedad por no ser como el resto, la singular Moira Stone se verá forzada a salir de su escondite cuando un inaudito acontecimiento amenace con destruir su hogar. ¿Pero qué puede hacer...
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Escuché el característico sonido de dos espadas chocando y atravesé el corredor a toda prisa. El amanecer me recibió con su frío manto en cuanto me asomé al balcón y me revolví al notar la ausencia del calor de mi cuarto sobre los músculos. Escasos metros más abajo, sobre la hierba del color del mar que crecía en los jardines del castillo, descubrí a dos rubíes enzarzados en una pelea. Quentin lanzó un ataque de plasma mágico que Zeri esquivó con un escudo de luz granate, y Alis, que observaba la escena sin parpadear, estalló en aplausos. Los miembros de la Guardia Aylerix formaban un círculo alrededor de los combatientes y se unieron a los vítores de la aqua para animar al muchacho.
—¿No se supone que sois mis amigos? —les preguntó el soldado de largo cabello rubio.
—Solo si ganas, pero no parece que vaya a ser así —le dijo Mónica con malicia.
Reí mientras bajaba las escaleras para llegar a su altura y Zeri atacó al soldado con una espada antigua. Escuché silbidos de apoyo hacia el rubí y la niebla se acumuló en el límite de mi mente debido al poder elemental que flotaba en el aire.
—Yo también iría ganando si jugase sucio —protestó Quentin.
—Todo vale en el amor y en la guerra.
El soldado me buscó con la mirada y Zeri aprovechó la distracción para lanzarse sobre él, lo que provocó que ambos cayesen al suelo. Nuestras carcajadas resonaron en la tranquilidad del jardín, ya que los habitantes del castillo todavía no habían comenzado sus labores, y Quentin emitió un sonido de derrota que dibujó una sonrisa en el rostro del muchacho.
—Eres una traidora —me dijo el Aylerix cuando se incorporó.
—No lo sabes tú bien.
Zeri se rio y se acercó para chocarme el puño, lo que provocó que Quentin entrecerrase los ojos.
—No te preocupes, la próxima vez te dejaré ganar —le dijo mientras le posaba una mano en el hombro. Quentin revolvió el pelo del muchacho con cariño, una pequeña muestra de afecto que me llenó de calidez.
—Venga, tenéis que ir a clase —dijo Max con un entusiasmo que no llegó al rostro de Alis, que emitió un resoplido de protesta.
—¿Por qué no puedo estudiar en Slusonia como los demás? —preguntó con un dolor que no logró ocultar—. Siempre estoy en el castillo y mis clases son horrorosas.
—Qué dura es la vida de la gran heredera encerrada en su palacio... —le dijo Aidan mientras le posaba las manos sobre los hombros y le dedicaba una mueca burlona—. No te preocupes, princesa, tu pelo cada vez es más largo y pronto podrás descender de tu alta torre. —El aqua le guiñó un ojo y Alis le sacó la lengua con rebeldía.
—Me estoy perdiendo el mundo exterior, Aidan. En estos muros no hay espacio para aventuras.