-Romance, fantasía, aventura-
Obligada a vivir al margen de la sociedad por no ser como el resto, la singular Moira Stone se verá forzada a salir de su escondite cuando un inaudito acontecimiento amenace con destruir su hogar. ¿Pero qué puede hacer...
El apartado anterior, aunque no vaya numerado, también es un capítulo❤
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A Vayras no le gustaba mi presencia en palacio y era evidente que a los demás tampoco. El consejero detestaba el sonido de mi voz, aborrecía mi relación con la Guardia Aylerix y odiaba que participase en las discusiones importantes. La situación había empeorado tras la reunión con la Ix Regnix esmeralda, ya que Oak había tenido el atrevimiento de demandar mi presencia mientras él se veía obligado a abandonar la estancia.
Vayras no tenía un carácter indulgente, y mucho menos conmigo, así que había aprovechado la reunión del Consejo para poner a todo el mundo en mi contra. Según él, mi relato de lo acontecido con el jabalí de fuego no encajaba. Los consejeros coincidían en que la presencia del animal en nuestro reino era sospechosa, al igual que lo había sido mi victoria, pues solo los grandes magos de Neibos lograban salir con vida de un enfrentamiento con aquellos poderosos animales.
En consecuencia, había tenido que relatar lo ocurrido decenas de veces y soportar las insinuaciones hirientes de los Ixes hasta el anochecer. Con la primera posición de los astros de la mañana, Killian vino a disculparse. El jefe del clan me explicó que no podía hacer nada para aplacar la ira de los consejeros, pues nos faltaba información sobre lo ocurrido. El aqua me aconsejó que me quedase en mi cuarto hasta que él y la Guardia terminasen de analizar el bosque, como si fuese una criminal que necesitaba ser encerrada, pero opté por no replicar porque en el fondo estaba tan desconcertada como ellos.
—¿Me explicas por qué seguimos aquí? —preguntó Trasno en cuanto se materializó sobre el colchón.
—Porque necesitamos respuestas.
—¿Respuestas? ¡Lo que necesitamos es largarnos! No sé si te has dado cuenta, pero este lugar apesta.
En mi rostro se dibujó una sonrisa que oculté mientras me volvía para admirar el amanecer. Estaba de acuerdo con el duende, pero era mejor que él no lo supiese. Lo último que necesitaba era alentar su comportamiento y que se volviese más ruidoso y molesto. Ya me resultaba lo bastante complicado fingir delante de los neis, la situación no tenía por qué empeorar.
—Podríamos saltar al balcón contiguo —sugirió—. Todavía hay algo de oscuridad, estoy seguro de que llegaríamos al túnel secreto sin que nadie nos viese.
—¿Cómo sabes que hay un túnel secreto?
Me volví sorprendida por su referencia al pasadizo que llevaba a la antigua nave de Adaír y el duende soltó una carcajada musical.
—¿Cuándo vas a comprender que soy una manifestación de tu mente, chifladilla? Conozco todo lo que sabes, incluso lo que guarda tu subconsciente. Las palabras que salen de mi boca no son más que los pensamientos que decides ignorar para que parezca que tienes idea de cómo comportarte.