15. Palabras de humo

1.2K 267 172
                                    

Recordad que si no votáis, no se cumple la meta y la actualización se retrasa 

Me llevé una mano a la cabeza en cuanto sentí el dolor que me acuchillaba las sienes

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Me llevé una mano a la cabeza en cuanto sentí el dolor que me acuchillaba las sienes. La luz de los soles me atravesó los párpados y me negué a abrirlos para evitar que mi malestar aumentase, pero mi cuerpo reaccionó solo cuando percibí una presencia en la estancia. La claridad me cegó y fruncí el ceño tras toparme con unos iris del color del fondo del océano que me analizaban con antipatía. Los labios de Ixe Vayras formaron una línea recta y la cicatriz que le descendía desde la ceja hasta el pómulo izquierdo vibró con el movimiento.

El consejero dio un paso hacia mí que me aceleró el pulso. Recorrí la estancia con la mirada y descubrí que me encontraba en la sala de sanación. El cuarto estaba vacío y mis sentidos se activaron con un mal presentimiento. Vayras me miró con una maldad que no logró ocultar, y cuando se acercó, me incorporé de golpe. El dolor que se extendió por todo mi cuerpo provocó que gimiese y la angustia se me acumuló en el vientre. Su risa rebotó en las paredes y la rabia le prendió fuego a mis venas. Me volví para enfrentarlo, pero me distraje en cuanto vi que había cuatro cristales azules pegados a mi piel. En su interior se movía el poder iridiscente que me debilitaba el cuerpo y me ralentizaba la mente. El rostro de Catnia brilló en mi pensamiento y jadeé mientras me llevaba una mano a la sien.

—¿Dónde está Alis? —pregunté con la voz ronca. Vayras me miró como si fuese una hormiga de terciopelo a la que deseaba aplastar y la sonrisa que se dibujó en su rostro me heló la sangre.

—El paradero de Ix Alis es el último de tus problemas.

—¿Dónde está? —repetí furiosa.

—Te veo demasiado altiva para la situación en la que te encuentras, Stone. —Los ojos de Vayras brillaron con una maldad que me erizó la piel de la nuca y el consejero dio otro paso en mi dirección—. Me encantaría conocer tu verdadero nombre de familia.

Posé la mirada en la puerta que se encontraba tras él y de su pecho brotó otra carcajada.

—No creerás que puedes huir de mí en ese estado, ¿no?

El consejero sacó una mano de debajo del abrigo y sus dedos se iluminaron con un poder elemental que me marchitó. Mi corazón se desbocó y agarré uno de los cristales que tenía pegados al pecho en un acto desesperado. La magia que contenía me atravesó la carne y me llegó a los huesos. El dolor se volvió insoportable y tiré de él con toda la fuerza que pude reunir. Mis gritos inundaron la sala y los ojos de Vayras se tiñeron de un asombro que le arrugó la frente.

Las lágrimas me dificultaron la visión y parte del poder que contenía el cristal se liberó en cuanto logré separarlo de mí. La niebla se apoderó de mi pensamiento y lo lancé contra Vayras mientras abandonaba la camilla. La explosión de luz me golpeó cuando atravesé la estancia de camino hacia la puerta. La debilidad se volvió demasiado pesada como para seguir luchando contra ella y me fallaron las piernas antes de alcanzar la salida. En mi mente brilló el rostro inconsciente de Alis y escuché los pasos de Catnia en el corredor contiguo. Fruncí el ceño y estiré una mano hacia la puerta, pero la cerradura se abrió antes de que pudiese llegar a ella. Mis ojos se encontraron con dos iris azules, y unos cálidos y familiares brazos me atraparon cuando me flaquearon las rodillas.

La perdición de la tormenta (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora