-Romance, fantasía, aventura-
Obligada a vivir al margen de la sociedad por no ser como el resto, la singular Moira Stone se verá forzada a salir de su escondite cuando un inaudito acontecimiento amenace con destruir su hogar. ¿Pero qué puede hacer...
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Los lamentos de la Guardia avivaron un incendio que me arrasó por dentro. El cuerpo de Max descansaba en calma sobre el bosque, pues el esmeralda había tenido el valor de aceptar que había un límite a las veces que se podía burlar a la muerte. Sus ojos me miraron sin vida, cubiertos por una capa de hielo que le arrebataba la calidez del pecho. Su piel olivácea había perdido el rubor de la naturaleza y los cardenales destacaban entre las sombras de un bosque en duelo. La sangre brotaba a borbotones de sus heridas y teñía el agua de la lluvia con el color de la despedida. Los soldados conjuraron hechizos desesperados hasta que la falta de energía los obligó a detenerse. El cuerpo de Max permaneció inmóvil y sin vida.
—¿¡Por qué no funcionan!? —exclamó Aidan con angustia.
—Lo único que siento es la barrera nywïth —dijo Quentin con los ojos llenos de lágrimas—. No podemos competir contra hechizos supremos si no contamos con el poder del vínculo.
La energía de las gemas cambió y Killian creó un portal de luz añil ante nosotros. Trasno me miró con lástima, pues conocía tan bien como yo a dónde se dirigía, y las lágrimas se deslizaron por mis mejillas con más fuerza.
—Voy a buscar a Elísabet.
Pero el jefe del clan no tuvo tiempo de cruzar el portal.
El bosque se removió y trajo consigo una sensación familiar. El viento se cargó de un poder que me atravesó los poros y resonó en mi interior. Aidan y Mónica se arrodillaron el uno frente al otro y unieron sus cuerpos; piel con piel, alma con alma, magia con magia.
La angustia que reflejaban sus rostros encontró consuelo en el vínculo, que se alzó entre nosotros como una pared de fuerza invisible. Los soldados recitaron unas palabras en la lengua antigua que me hicieron estremecerme y sus iris brillaron con el poder de la Aquamarina y la Obsidiana. De sus pechos brotaron líneas del color de la tierra y el mar que los envolvieron en una esfera de luz que iluminó todo el bosque.
—Te quiero, pase lo que pase —le dijo Aidan.
Mónica asintió y las lágrimas le dibujaron ríos de plata en las mejillas. La obsidiana se inclinó y apoyó la frente en la de su nywïth, que la besó con un amor que me dolió en la piel. Las líneas de luz que los rodeaban se dirigieron a sus muñecas y las envolvieron para unirlos en un lazo eterno. La magia tomó forma y se grabó en sus cuerpos con un idrïx único que entrelazó sus poderes elementales, y cuando la energía del océano y la estabilidad de las montañas quedaron reflejadas en el vínculo, las líneas de poder se difuminaron en el aire. Aidan cerró los ojos y acarició el rostro de Mónica.
—Pase lo que pase —le dijo la joven con la voz rota.
El soldado asintió con los ojos vidriosos y ambos se tomaron de las manos. La fuerza del vínculo nywïth cobró vida entre nosotros, pero antes de que pudiesen recitar el hechizo de sanación, Max abrió los ojos.