-Romance, fantasía, aventura-
Obligada a vivir al margen de la sociedad por no ser como el resto, la singular Moira Stone se verá forzada a salir de su escondite cuando un inaudito acontecimiento amenace con destruir su hogar. ¿Pero qué puede hacer...
Muchas gracias por todos vuestros comentarios, me han ayudado mucho.
Como recompensa, os traigo un capítulo extralargo. ❤
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Era incapaz de dormir. Mi instinto de supervivencia me pedía que me ocultase entre las mantas y me comportase como era debido, ya que cualquier error podría llevarme al desastre, pero lo único que quería era echar a correr y no regresar jamás. Deseé poder teletransportarme y huir al Hrath, aunque Killian y la Guardia terminarían encontrándome. ¿En qué momento había considerado oportuno llevarlos a mi santuario?
«La situación de los hrathnis ha mejorado gracias a ellos». —Me recordó la voz de mi mente.
Suspiré y me revolví entre las sábanas. No podía dejar de pensar en el rostro de Catnia, en la manera en la que brillaban las aquamarinas de su tiara, en su sonrisa teñida por la maldad y en la forma en la que controlaba el poder elemental. Parecía tan real...
Mi mente se inundó con el recuerdo de un trol de piedra con cabello de hierba y el rostro del ereäm dhu brilló en mi memoria. Todavía recordaba la calidez que desprendía su cuerpo cubierto por ramas y hojas de hiedra. La voz de la ninfa del océano resonó en mi interior y se me escapó un sollozo desesperado. Sus ojos me observaron como un reflejo del caos que reinaba en mi pensamiento y las nebulosas que contenían sus iris se unieron a la niebla que me consumía por dentro.
Utilicé la almohada para amortiguar los gritos y mi cuerpo vibró con la fuerza del llanto. Estaba cansada, débil y perdida. Me deshice de las lágrimas que me quemaban las mejillas y me oculté bajo las mantas mientras pensaba en qué sería de mi futuro. El Consejo todavía me consideraba culpable por lo ocurrido con el jabalí de fuego, Trasno tenía razón...
Me tensé en cuanto comprendí que estaba aceptando el pensamiento de una alucinación como una realidad válida y la furia me incendió por dentro. Me revolví y lancé un cojín contra la pared. Grité, golpeé la cama, arranqué las mantas y lo tiré todo al suelo. Me tembló el labio inferior por la intensidad de las emociones y me dejé caer sobre la piedra como un peso muerto. Tenía la piel irritada y me dolía el pecho, pero los ríos de lágrimas que me humedecían la ropa no se detuvieron. Levanté la mirada para encontrarme con el rostro de Trasno, que me observaba desconcertado. Las gotas de cielo que brillaban en sus ojos grises reflejaron la lástima que sentía por mí y de mi pecho brotó una carcajada histérica.
—¿Soy tan patética que hasta mis visiones se compadecen de mí? —Trasno ladeó la cabeza y se acercó con lentitud.
—Será mejor que te metas en la cama. Mañana lo verás todo con otros ojos.
—No se me da bien tomar decisiones acertadas —dije mientras me levantaba y me acercaba a la ventana.
—¿A dónde vas?
—A buscar respuestas.
El frío de la noche me recibió en cuanto salté al jardín y me escondí entre los arbustos. Aunque vestía un abrigo que había encontrado en la sala de sanación, la humedad me caló hasta los huesos. Las cumbres de las montañas del reino estarían cubiertas por nieve y deseé estar en el Hrath con mis amigos, bebiendo eldavá y contando historias a la luz de un fuego anaranjado tan carente de magia como yo.