El agua de manantial que brotaba de la pared de roca azul del baño me ayudó a deshacerme del abrazo del sueño. Aproveché que todos estaban ocupados y que los guardias todavía no habían aparecido ante la puerta de mi cuarto para deslizarme con sigilo entre los corredores. Se me estabilizó el latido del corazón tras colarme en una de las estancias del castillo sin ser vista, y me maravillé con los relojes de sol y los objetos antiguos que encontré en las estanterías. Recordé el diario de Adaír, donde el antiguo Ix Realix había descrito su emoción tras descubrir que el despacho secreto de la torre se había conservado intacto con las edades. El padre de Killian decidió mantenerlo oculto, y para lograrlo, utilizó un hechizo antiportales que evitó que los neis llegasen a la estancia por error. Con el regreso de la magia, la trampilla había desaparecido tras un hechizo de proyección que me confundía, ya que no sabía a qué altura debía colocar la escalera, y necesité varios intentos para dar con el lugar apropiado.
Las carcajadas de los hombres de Júpiter hicieron eco en mi memoria. El recuerdo de lo ocurrido en la batalla revivió emociones oscuras y se me erizó la piel en cuanto sentí la humedad que reinaba en la parte superior de la torre.
—Qué frío —dije en un susurro.
Las antorchas que tanto le gustaban a Adaír se encendieron para facilitarme la labor de ocultar la escalera y cerrar la trampilla. Subí los escalones en curva a toda velocidad, y cuando abrí la pesada puerta de madera, la torre me maravilló tanto como la primera vez.
El cuarto estaba iluminado por el amanecer y la tenue luz de los soles permitió que distinguiese los objetos entre las sombras. La piedra de las paredes casi no se veía, ya que estaba cubierta por estanterías repletas de libros y pergaminos. En un rincón había una escalera para alcanzar los tomos de las baldas más altas, y entre ellos descubrí velas de cera y otros artefactos de la civilización antigua que me dejaron fascinada. El objeto que más me llamó la atención fue un tablero dividido en cuadrados del color del mar sobre el que se disponían figuras de cristal, ya que a pesar de que dos de ellas estaban caídas, la luz se reflejaba sobre su superficie azul con una belleza exquisita.
Entre las estanterías se erigía una chimenea de piedra que me moría de ganas por probar, y en la pared descansaba un cuadro que retrataba la magia de un océano cautivador. Sobre mi cabeza flotaba una estructura de madera de la que colgaban finas velas turquesas y fruncí el ceño mientras pensaba en cómo encenderlas.
«¿Quizá con una antorcha?»
Me asomé a una de las ventanas con recelo, pues todavía recordaba el color escarlata que lo teñía todo la última vez que había estado allí. En aquella ocasión descubrí un cielo despejado y una hierba azul, mullida y húmeda brillando con la primera luz del día. Percibí que algo se movía en el exterior y la figura de una mujer diminuta me sobresaltó. Me llevé una mano a la boca para apagar el gemido que escapó de mis labios y mi corazón se aceleró al instante.
ESTÁS LEYENDO
La perdición de la tormenta (Completa)
Fantasi-Romance, fantasía, aventura- Obligada a vivir al margen de la sociedad por no ser como el resto, la singular Moira Stone se verá forzada a salir de su escondite cuando un inaudito acontecimiento amenace con destruir su hogar. ¿Pero qué puede hacer...