Háblanos de cómo la abrazabas en la calle más estrecha de Madrid.
Cuéntanos cómo la mirabas mientras caminabais por Gran Vía, cómo te hacía sentir pequeño en la Plaza Mayor y cómo te sacaba las palabras en Callao.
Háblanos de la confusión que causaban sus piernas en el Museo del Prado, de cómo se confundía el arte con su movimiento de caderas
Háblanos de sus gestos, de sus cosquillas, de sus manías; de cómo la agarrabas de la mano para que la capital supiera que esas piernas eran más tuyas que mías.