Capítulo 7, parte 2 ©.

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have you seen that girl, have you her???

Capítulo 7, parte 2.

Eric's POV

Después de que ella deje de sonreír a los comentarios que recibe por el vídeo que ha subido y contestar alguna que otra llamada indeseada para preguntarle a dónde íbamos (ya se nos quería acoplar alguna pesada), se queda recolocándose por millonésima vez la diadema de su pelo.

No sé cómo no entiende que está preciosa con cualquier aspecto. Me parece adorable su obsesión por verse como una muñeca.

«Vete y déjame vestirme.»

Ahora me echa. ¡Dios, si hace cinco años aún nos bañaban juntos! Pero claro, ahora ella ya no tiene once, se está convirtiendo en una mujer, que necesita su espacio, su intimidad, ya no viste con vestidos rosas de princesa… viste como una mujer.

Observo por un momento pequeño sus piernas. Niego con la cabeza traumatizado. No es agradable ver a tu dulce y pequeña hermanita bajar las escaleras con un minivestido que deja a la vista ropa interior como la que arrancabas hace dos o tres noches a desconocidas con buen aspecto.

Me muerdo la lengua y no abro la boca. No soy quién para decidir sobre su imagen. Tampoco es como si la peque saliera de casa con ropa de cuero rasgada a cada centímetro.

No hay nada malo en que vista como sus amigas. Si le gusta, es lo correcto. Si le gusta, es lo correcto, Eric.

Hoy me ha perdonado una vez y no voy a cagarla de nuevo, diciéndole que se cambie de ropa porque la que lleva les da la oportunidad a muchos gilipollas para mirarla a su antojo como si fuese un objeto.

Solo el hecho de pensar que hay pervertidos que piensan en ella me pone enfermo. De ella nadie se va a aprovechar, nadie. Ni después de muerto permitiré que alguien la toque como si fuese un juguete. La protegeré, cueste lo que cueste, me amenace quien me amenace. Con ella, nada cuenta.

Estoy apretando el volante con fuerza y sin darme cuenta. Aflojo el agarre y vuelvo a la realidad, donde las flores sobre la melena rubia de Sandra demuestran que sigue siendo la peque que necesita ayuda para cruzar el lago, porque le aterran los sitios profundos y abiertos.

Está distraída mirando su reflejo. Acelero, haciendo que se eche hacia atrás asustada.

—¡Ve más despacio! —grita abriendo bien los ojos.

—Ya voy despacio —me hago el desentendido y ella clava las uñas en el asiento.

Cuando consigo que empiece a soltar pequeños gritos, me río y bajo la velocidad.

Oigo cómo suspira. Va a decir algo, pero mi móvil empieza a sonar y la interrumpe.

Si no fuera porque ella también va en el coche, lo habría cogido sin problema.

Deja de sonar, pero lo vuelve a hacer en segundos. Ya miré bastantes mensajes y llamadas mientras mi rubia se arreglaba como si fuera a desfilar. Ahora solo llamará alguna putita en busca de sexo en la habitación de sus padres, que celebran tranquilamente alguna ceremonia lejos de ella.

—¿Lo cojo? —pegunta Sandra a mi lado.

—Ponlo en silencio —le pido y me arqueo para que ella coja el móvil de mi bolsillo trasero.

Con cuidado, lo saca y se queda mirando la pantalla con el ceño fruncido.

—¿Quién es tu pequeña? —pregunta y deseo que la tierra me trague.

—¿Eh? —digo, como si no la hubiese oído.

—Tienes dos llamadas perdidas de pequeña —repite, enseñándome la pantalla, a la que no puedo atender porque voy a una velocidad relativamente alta y sería peligroso apartar los ojos de la carretera.

¡Quítate las gafas! (NCAMH)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora