Capítulo 1 ©.

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—Está perfecta, señorita Eagle, si sigue todos mis consejos, conservará su cuerpo intacto por muchos años —comenta con una sonrisa radiante, apuntando algo en su libreta, sacándome de quicio. 

—Pero yo no quiero eso. Siento que los ejercicios que hago no dan ningún resultado —me quejo mirando mi abdomen, comparándolo con los desarrollados y musculados de mis compañeras de gimnasia. —Quiero soluciones, dígame si hay algún problema o me cambio de nutricionista.

—Señorita, está perfecta...

—Adiós, señor Evans —le corto con la voz seca, irritada, y él se queda pasmado, mirándome como si fuese una niña que quiere volar.

Me arreglo la ropa y el cabello, con el ceño fruncido y la cabeza dando vueltas.

—Le agradecería discreción —pido con la voz oscura—, si sabe lo que le conviene —añado y me sorprendo hasta a mí misma.

Él abre y cierra la boca, con el bolígrafo aún en su mano.

Salgo de la sala dando un portazo y voy a paso rápido por la consulta.

Le echo la culpa de mi humor a la menstruación y sus dolorosos e inaguantables efectos. Sí, seguro que es eso.

Vuelvo a casa en mi coche, y ruedo los ojos al llegar al aparcamiento y encontrarme con el nuevo Ferrari de Eric.

Hay un revuelo en el servicio, el personal se multiplicado por diez para poder ocuparse de los preparativos de esta noche. Hoy vendrán mis padres, acaban de cerrar un buen trato en Francia y hay que celebrarlo. Está invitada una buena parte de los altos cargos y sus familiares, entre ellos el padre de Jace. Espero que esta vez él no se escape...

Una vez en mi habitación, alejada del barullo que montan abajo, conecto algo de música indie en los altavoces a un volumen moderado para bajar mis humos.

Reviso el teléfono y me encuentro con demasiados mensajes y notificaciones. Sólo abro el de Stacey, no antes de ir a la app situada en la esquina superior derecha para abrir la puerta del balcón y ventilar, y configurarlo para que se cierre en diez minutos.

«¿Puede venir mi prima a vuestra fiesta?» Manda junto con otro lleno de emoticonos elegidos al azar.

Qué tonta es. Es la mejor amiga que he tenido jamás. Somos tal para cual, y lo que más me gusta de estar con ella es que pensamos lo mismo, decimos lo mismo y nos gusta lo mismo.

«Obvio, tonta. Ponte guapa.» Le escribo.

Dejo el aparato encima de la cama. Entro al vestidor y abro las puertas del armario. Me visto con el mallot rosa y unos shorts negros de algodón con el logo de Roxy apenas visible al costado. Por encima me pongo la chaqueta azul de mi nuevo equipo.

Me recojo el pelo en un moño para que no me moleste cuando haga las piruetas. Apago la música y agarro la bolsa junto a mi teléfono para ir a entrenar.

Voy a la cocina a por fruta y un vaso de zumo. Me los tomo allí mismo y de pie, le sonrío a Melissa con la boca llena de manzana, y ella me saluda con prisas para irse a hablar con los empleados con uniforme encargados de la decoración.

Pobres, tienen faena. Me doy prisa para volver al asiento de mi coche y llegar a tiempo al entrenamiento.

Las demás chicas ya están en el vestuario cuando llego yo. Dejo mi bolsa en un banco y me quito la ropa que sobra. Ninguna me habla, están calladas cuando entro yo. Este es el momento en el que me arrepiento de insistir una y otra vez en ir a un club con más gente. ¿Por qué no le hice caso a mi madre quedándome con mi precioso entrenador alemán? En comparación con tener las miradas de todas ellas asesinándome, escuchar las historias de sus novios y amantes era un paraíso.

¡Quítate las gafas! (NCAMH)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora