Capítulo 2 ©.

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Me levanto por la luz del sol que se filtra por el ventanal. Eric sigue dormido a mi lado. Abro y cierro mis ojos hasta despertarme del todo. Con cuidado de no despertar a mi hermano, me levanto de la cama. Salgo de su habitación en silencio, con cuidado de no ser vista por nadie. Me meto a mi cuarto y cierro la puerta.

Me arreglo el pelo y entro el baño. Después de asearme salgo para ir a desayunar. Aún no se han despertado mis padres.

Eric me espera sentado en la escalera, con el pelo revuelto y con ropa cubriendo su cuerpo.
Me sonríe y bajamos juntos a desayunar. No hay rastro de la fiesta de ayer. Nos acomodamos en el sofá y nos encienden la tele mientras tomamos nuestro café, preparado y servido sobre la mesa, como es habitual.

Termino con la espalda pegada a su pecho, con nuestras manos entrelazadas y hablando del cumpleaños de su entrenador de fútbol.

—Jared llevará la cerveza, y Jace y yo nos encargaremos de conseguir un barril. Esperaremos en el vestuario sin salir y cuando... —se interrumpe de golpe y lo miro extrañada.

Sigo la dirección de sus ojos y me encuentro a mi padre cruzado de brazos en la entrada. Trago saliva por su enfado. Despacio, me reincorporo y me siento derecha, soltando a Eric.

—Id a vestiros mientras mamá y yo desayunamos —señala hacia arriba con la cabeza, suavizando el tono.

Asiento y soy la primera en levantarme. Le tiendo la mano a Eric, que la toma y camina a mi lado mirando hacia abajo. Me da un apretón cuando llegamos al piso de arriba. Qué mono es.

Me pongo unos vaqueros oscuros ajustados junto a unas Vans negras, y una camisa de cuadros blancos y negros abierta sobre un top gris en forma de sujetador de banda. Me pinto los ojos de verde y me cubro la piel con pote. Llevo mi teléfono con los auriculares en un bolso junto a dos tampones y la típica basura que llevo en éste.

Mi hermano también viste ropa de calle. Cuando salgo, se acerca a mí, me coge en brazos y me alza en el aire. Da varias vueltas y hace que me ría como una niña. Me deja en el suelo para darme un dulce beso en la mejilla, y vamos abajo a esperar a nuestros padres. Llegan y salimos todos en silencio al coche familiar.

—¿A dónde vamos? —pregunto ilusionada.

—A la cabaña —dice mi madre mirando su móvil.

Nadie más tiene ganas de hablar, así que resentida, me pongo los auriculares y apoyo mi cabeza en el hombro de mi hermano.

En el largo trayecto a las afueras, canto las canciones en mi cabeza y observo cómo los edificios desaparecen poco a poco.

Llegamos a nuestra casa cerca del lago, a la que todos llamamos cabaña. Las reglas aquí son diferentes. No móvil, no ordenador, no internet. Venimos para pasar un poco de tiempo juntos, y que no se rompan del todo nuestros lazos.

Papá nos obliga a dejar todo en el armario de la entrada. Entramos a la cálida casa a sentarnos en el pequeño salón. Me abrazo a mi padre, aprovechando el tenerle cerca. Él me rodea los hombros y me besa la cabeza. Mi madre está haciendo lo mismo con Eric.

Estos momentos son los que quiero congelar, vivirlos cada vez que quiera. Tener a un padre y a una madre, no solo a un hermano haciendo tres cosas a la vez.

No suelto a mi padre en nuestra estancia, mi madre se levanta a prepararnos un café y galletas, como las que hace la abuela. Son sin duda mi comida preferida, pero mi madre no cocina a menos que sea una de estas ocasiones en las que solo estamos los cuatro juntos y aquí.

Nos las comemos recién hechas, hablando de nuestras últimas semanas. Les cuento lo que hago en clases, los trabajos que tengo que hacer, los últimos exámenes…

¡Quítate las gafas! (NCAMH)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora