¡Quítate las gafas! (NCAMH)

Capítulo 22.

+45 votos: nuevo cap.

Howland. WM: cont. físico. Sandra y Seth. #1/3. […] Acción → de DX, +ideas. Per chap. Adv: two. +cuatro. Rst: ocho ± uno (ego o extra).

Rechazo la llamada al escuchar un gemido de dolor salir de la garganta de Seth. Tiro el teléfono sin cuidado y voy a la hendidura del tamaño del marco de la puerta que se forma en la pared donde está el armario marrón.

—N-No ha dejado de sonar en todo el día —tartamudea, volviendo a cerrar los ojos cuando lo enfrento.

—¿Ha sido alguien de tu instituto? Si es así, dímelo y prometo que haré que desaparezca de tu vista para siempre —aseguro, temerosa de tocarlo por si se sobresalta demasiado, ignorando su anterior comentario.

—No puedes hacer nada, tan sólo déjalo estar —murmura, apretando y cerrando sus puños sobre la tela rugosa de su pijama—. Vete, vete, vete —gimotea, asustándome y haciéndome tragar pesadamente.

—Puedo ayudarte —aseguro, y una lágrima se escapa de mi ojo. Una lágrima de miedo, de tristeza, de pena, de impotencia, de empatía—. Seth, quiero ayudarte. Déjame hacerlo.

—Vete —vuelve a decir, con sus ojos cerrados fuertemente, y su rostro transformándose en uno de puro dolor y agonía.

—Me estás asustando —admito, sin moverme ni un solo milímetro, aguantando las demás lágrimas como buenamente puedo—. ¿Qué necesitas, qué te ocurre? Háblame… ¿Llamo a tu padre?

—¡No! —brama en un grito ahogado, sujetándome de los hombros y pegando su frente con la mía, rogándome con sus ojos rojos e hinchados.

—No me grites así —pido en un susurro, temblando y frunciendo los labios.

—Princesa —llama, sonriendo dulcemente, cambiando su expresión de antes en cuestión de segundos—, no puedes hacer nada, es la última vez que te lo voy a repetir. No insistas en el tema —jadea— y márchate antes de que te hagas daño.

—¿Cómo sabes que no puedo, si no me dejas intentarlo? —continúo insistiendo, dispuesta realmente a hacer lo que sea.

Él ríe y sigue con su ir y venir de dedos, esta vez sobre mis hombros, apretando y aflojando como si fuese un brusco masaje. Respira profundamente tres veces y se calma, dejando reposar sus manos sobre mi ligera camiseta, cubriendo mis hombros enteros con sus grandes palmas.

—Eres clavada a tu madre. Tenéis el mismo acento, el mismo énfasis al pronunciar la S, el mismo andar, las mismas obsesiones por vuestro maquillaje… las mismas ganas de solucionar mi vida como si fuese un problema de empresariales —murmura, dándome por primera vez una gentil caricia en el hombro derecho, haciéndome sonreír.

—¿Mi madre ha hablado contigo sobre esos golpes? —pregunto, algo sorprendida.

—Ha hecho exactamente lo mismo que has hecho tú. Perseguirme, obligarme a callar,hacerme escuchar un discurso sobre lo penosa que es mi vida y sobre lo mucho que necesito ayuda… Te ha educado muy bien, debe de alegrarse de haber criado a una copia de ella misma en rubio.

—Ninguna lo hacemos por sentirnos superiores a ti —aseguro—. Lo único que buscamos… lo único que busco yo es acercarme a ti. Quiero estar contigo y saber de ti. ¿Es eso algo tan malo?

—No entiendo… Qué… ¿Qué quieres de mí? ¿Qué es lo que te interesa de mí? Dímelo porque no entiendo qué haces aquí —habla, suavemente, muy suavemente, pero eso no le quita lo rudo.