Capítulo 24.

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IMPORTANTE: CELIA.

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—No seas mala, cuéntamelo —insiste, agarrándome de la cintura y enredando sus desnudas piernas con las mías sobre la cama.

—No ha sido nada —le aseguro, devolviéndole el abrazo y sonrojándome.

—Habéis estado hablando durante horas y horas ahí, algo te ha tenido que decir —refunfuña, peinándome con los dedos.

—No exageres —le pido, jugando con mis dedos sobre mi descubierto ombligo.

—Sandy —se queja, apretando mis mejillas con el pulgar y el índice y obligándome a mirar dentro de sus brillantes ojos.

—Sólo hablamos del baile —miento, enredando un dedo en el cinturón marrón de mi short.

—¿Sólo? —inquiere, sonriendo y sujetando un mechón mío entre sus dedos.

—Ariel, déjala —pide Sky, con sus piernas sobre la blanca pared de Stacey y su pelo rozando el suelo por su posición boca abajo.

—Cállate —le contesta la pelirroja, sentándose a mi lado.

—Depílate lo que te queda antes de que se te haga tarde y empieces a hiperventilar —ordena Madison, tumbada sobre el escritorio en una incómoda posición pero que a ella no parece molestarle.

—Perras con suerte —murmura—, perra con suerte —repite, dándome una fuerte palmada sobre la pierna. 

—Auch —me quejo, frotándome—, eso duele.

—Depilarse también duele. Pero este mundo tan injusto les priva a las pelirrojas de tratarse con láser, así que coge las pinzas y sigue con la otra ceja —me codea, acostándose de nuevo sobre mi regazo.

Suspiro y me acomodo mejor para ver bien su frente. Agarro las pinzas y continúo, quitando los pelitos que estorban mientras ella pega gritos y suelta toda clase de insultos. La pobre ha sido la única de nosotras que no ha podido encontrar una solución para el vello. En el primer centro nos dijeron que no trataban ni pelo rubio, ni cobrizo, ni con pieles tan bronceadas como la de Stacey. En el segundo conseguimos uno para todo tipo de pelo y para todo tipo de piel, aunque con la excepción del pelirrojo y cobrizo. En el tercero nos explicaron que Ariel no podría tratarse por el color de su pelo, que para hacerlo desaparecer se necesita un láser de muchísima potencia que perjudicaría su piel.

Todas nosotras hemos completado o estamos por completar las sesiones, pero ella sigue teniendo que ir una vez al mes a que le hagan la cera. Salvo hoy.

La verdad es que ha sido un acuerdo entre todas lo de saltarnos la clase del viernes para venir a casa de Stacey. Después de mi exhibición de la tarde del día anterior (a la cual asistieron mis amigas, mi hermano y West), las chicas y yo vinimos a hacer una fiesta de pijamas (sin alcohol) y para quedarnos hasta un par de hora antes de que empiece el baile de hoy. Ayer acabamos los exámenes, así que nos merecemos un pequeño descanso mientras los profesores terminan con nuestra evaluación.

Lo único en lo que he estado pensando —bueno, a parte de cómo resolver los rebuscados problemas de los exámenes—, ha sido en dos chicos, uno llamado Seth y otro llamado West.

West me ha pedido ir al baile, y yo he aceptado. Eric se ha puesto a llorar, literalmente, cuando se lo he dicho porque siempre ha sido él mi acompañante, y eso que West ya había hecho su labor de caballero educado, pidiendo un permiso expreso para hacerme tal proposición. Nos ha hecho falta una larga charla sobre lo mucho que lo quiero para convencerle de nuevo de que no me olvidaría de él pasara lo que pasase.

¡Quítate las gafas! (NCAMH)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora