Capítulo 26.

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+51 votos, +15 comentarios, y sigo. Estoy en crisis, srry.

Él abre la boca, y yo espero con ansias a que me dé algún tipo de respuesta. Sin embargo, la que me llega es una que me deja en shock.

En un abrir y cerrar de ojos, siento sus labios atrapar los míos en un beso con urgencia y sus brazos presionarme contra su cuerpo. No me siento capaz de moverme, y cuando finalmente reacciono y cierro los ojos para empezar a corresponder a aquel hambriento beso, él gruñe y me da un empujón para alejarse de mí.

-¡Lo siento! -Gruñe, con la voz ronca. -Lo siento muchísimo, te prometo que no volverá a repetirse -habla con el mismo tono oscuro, agachando la mirada con enfado.

Yo cuento hasta tres para volver a sentir el aire llenar mis pulmones, e intento retener la enorme sonrisa que empieza a asomar por mi rostro.

-Seth -murmuro, volviendo a acercarme-, tranquilo. Está bien, está muy bien.

-¡No! -Grita, alejándose. -Tocarte sin tu permiso no está bien, besarte sin tu permiso no está nada pero que nada bien -gruñe, ablandando mi corazón con su carita llena de culpabilidad.

-No puedes hablar en serio -río, confundiéndolo. Ruedo los ojos y lo enfrento. -Seth, sólo me hace falta escribirme en la frente ME GUSTAS con rotulador permanente -lo acuso, haciéndole tragar fuertemente-. Confío de una manera enfermiza en ti. Me vuelves loca cuando me enfrentas y peleas contra mí hasta el final. Adoro escucharte reír y adoro que me llames princesa. Me derrito cada vez que te toco. Definitivamente, está más que bien si me besas así -admito, con la cara ardiendo y todas mis terminaciones temblando.

-No -dice, respirando con dificultad y llevándose la mano a sus labios manchados de pintalabios-, no seas tan inocente. Tienes que saber cuándo responder.

-Te habría correspondido si me hubieras dado un segundo más. Seth, me gustas -repito, desesperada.

-No me refiero a esa clase de respuesta, y lo sabes -gruñe.

-Ha sido sólo un beso. Y... sólo yo sé cuánto deseaba que pasase. No me has pedido permiso, sí. Pero yo estoy completamente de acuerdo con ello, y tú también lo sabes -lo acuso.

-No seas así de dejada -dice, despacio-, alguien te hará mucho daño sino.

-Tú no serás ese alguien -contesto, segurísima-. Te doy mi permiso para que me beses cuando y donde te plazca, así que... sólo bésame otra vez -ruego, haciéndolo reír ligeramente.

-Has firmado un contrato con el diablo -alza un ceja.

-Si ese diablo eres tú, me da igual -respondo.

-Princesa... -se queja en un gemido, sonriendo hacia mí-, no quiero hacerte daño.

-Hazme daño. Pero quédate conmigo -murmuro.

Él suspira y se acerca de nuevo a mí. Me roza con la yema de su dedo los pómulos, la mejilla, la mandíbula. Cierro los ojos y él continúa en mi cuello, despacio. Noto cómo se acerca a mi pecho, pero se detiene y vuelve a subir, pasando detrás de mi oreja y tocando con cuidado mis trenzas. Suspiro y entreabro los labios, acercando un poco mi rostro al suyo.

-¿Dónde está la princesa guerrera que siempre está apuntando con su arco a mi frente? -Pregunta, sujetando mi barbilla, deteniendo los latidos de mi pobre corazón.

-Está delante de ti. Esperando a que la vuelvas a besar, joder -gruño, sujetando una de sus tantas finas camisetas y atrayendo su pecho hasta chocarlo contra el mío.

¡Quítate las gafas! (NCAMH)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora