Capítulo 12, parte 1.

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Encuesta sobre el nuevo nombre de Adrián: final de capítulo (: he elegido ya Seth. Por favor, si encontráis "Adrián" por alún lado, avisádmelo en un comentario.

Cuando vuelve Eric lo agradezco con todo mi ser, me estaba angustiando, pensando qué es lo tiene mamá pensado para él.

-Todo listo. No hay ningún corte grave- dice enseñándome las vendas alrededor de sus manos.

Lo miro durante un largo rato, pensando qué es lo que pasa por esa cabeza.

-¿A dónde ha ido el doctor?- pregunto realmente cansada, levantándome y dándome cuenta de que tengo pequeñas manchas de sangre en los lugares que ha tocado Eric al abrazarme.

-Ha ido a atender otra "urgencia". Ha mandado saludos para papá y mamá-. Lo miro con pesar, ha vuelto renovado.

Suspiro y camino con los brazos cruzados, sintiendo una gran pena inundando mi interior.

Estoy enfadada con él. Quiero gritarle, ignorarlo, hacerle daño... pero no quiero que se aleje de mí.

Después de una pelea, nos reconciliaríamos Si él se marchara lejos, me destrozaría el corazón durante todo el tiempo que estuviese fuera.

No, no, no.

Debo hacer algo.

Salgo sin prestar mucha atención por dónde voy. Solo sé que Eric me sigue de cerca, y que así quiero que siga para siempre.

-Conduzco yo- murmuro al bajar las escaleras de la salida.

-Bien- responde en el mismo tono.

Veo que está ansioso por hablar, por contarme lo ocurrido, por escucharme darle la razón y hacer de las mías para salvar su trasero. La inmensa mayoría de las veces puedo sentir lo que siente él con solo una mirada, a veces me contagia el sentimiento, otras veces solo lo comprendo y hago algo al respecto.

En el aparcamiento, noto sus ojos sobre mí, como si estuviesen calándome y hurgando en mi interior. Es incómodo. Porque no sé cuál será mi siguiente paso.

Le abro la puerta del coche y él me da las gracias. Se sienta y le coloco el cinturón. Sé que sus manos no se encuentran tan mal y que lo podría hacer él mismo, pero tengo la necesidad de tratarlo aún como a un niño. Es mi respuesta a sus comportamientos.

Paso al otro lado y me saco su teléfono de la cintura de mis shorts para poder sentarme cómodamente. Se lo entrego sin comentar nada y arranco.

Chasquea la lengua a mi lado. Aparto unos mechones que se han escapado cubriendo mis ojos. El ambiente se hace más pesado cuando el tráfico se intensifica y las calles se llenan de vehículos y de ruido que taladra mi cabeza, haciéndome difícil mantener la calma y pensar en lo que voy a decir.

-¿A dónde vamos?- pregunta cuando nota que no tengo pensado llevar nuestra habitual ruta por la circunvalación.

-A la cabaña- digo, segura de mí misma.

-¿Llevas las llaves?-, mierda.

Soy estúpida, de verdad que soy estúpida. Trago saliva y lo miro de reojo para volver mi atención a la carretera. Está con una expresión divertida, mirando con una sonrisa ladeada cómo me recrimino mentalemente mientras busco una curva para volver a casa.

-Era broma, peque- murmura al final, y una pizca de esperanza hace que me atreva a pasar de la primera entrada que conecta con la autovía del otro sentido. -Aquí llevo todo-. Me sonríe con dulzura y se agacha para abrir con dificultad, por culpa de las vendas, el cajoncillo que hay debajo de la luna.

¡Quítate las gafas! (NCAMH)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora