Capítulo 32

4.4K 247 8
                                    

Julie.

Me estremecí hasta sentir un escalofrío recorriendo todo mi cuerpo y con esto me di cuenta estaba ardiendo. Me desperté y sentí que todo en mí se entumecía, y no pude evitar gemir. Estaba profundamente dormida, pero la mitad del cuerpo de Mateo sobre el mío, me había dejado exhausta. Haciendo uso de mi brazo libre, traté de levantar la manta sin que él se despertara, pero tener el control de mi cuerpo tembloroso no estaba en mis manos.

—Deja de moverte —él gimió antes quitarse de mí y se recostó sobre su espalda mientras yo tiraba de la manta sobre mí aún más por el frío.

Lloriqueé cuando en unos segundos su mano se posó en mi brazo, pero de repente sentí que Mateo estaba revisando mi frente.

—¡Mierda! —Lo escuché gemir antes de sentirlo salir de la cama.

Me imaginaba que estaba enojado, pero no me importaba ahora. Mi cabeza se sentía pesada y pronto me quedé dormida y solo me desperté para darme cuenta de que mi cuerpo estaba empapado de sudor.

Abrí los ojos para notar una mujer parada a mi lado.

—Hola, señora Lucca… ¿Cómo se siente ahora? —Moví los ojos para presenciar cómo inyectaba algo en frasco. Rápidamente me di cuenta de que Barbara estaba de pie, en el extremo de la cama, y apreté mi boca antes de responder:

—Estoy bien…

—¿Siente algún dolor? —Me preguntó mientras yo negaba con la cabeza y trataba de sentarme—. ¿Es usted sexualmente activa o no tuvo su período antes? —Preguntó haciéndome mirar a Bárbara antes de negar con la cabeza—. Solo pregunto, porque te he recetado un medicamento que no puedes tomar si estás embarazada —Barbara vino a mi lado para ayudarme a sentarme mientras encontraba a esa doctora ocupada en su teléfono.

—¿Bárbara? ¿Me puedes mostrar el baño? —El médico le preguntó a Bárbara mientras yo me masajeaba las sienes. Ambas se fueron haciendo que moviera la bata y comprobar cómo se veía la piel donde me habían hecho el tatuaje.

Cuánto quería que lo borraran lo antes posible.

Eché un vistazo a la bolsa de marca, que podría ser de ese médico antes de poner mis ojos en otra parte donde había suministros médicos, pero lo que me llamó la atención fueron unas tiras de embarazo. Una mirada a ese objeto, me hizo temblar la mano. En mi baño tenía todo lo que una mujer casada podría necesitar, todo, menos esos. E incluso si le preguntaba a Bárbara, ella nunca me ayudaría con esto. Y, ¿qué pasa sí…?, ¿qué pasa si estoy embarazada y tomo algún medicamento que me perjudicara?

 Escuché el sonido de los tacones acercándose y me sorprendí cuando me encontré metiendo algunas de esas pruebas en mi puño antes de meter la mano debajo de la manta.

Bárbara me pasó una sonrisa antes de preguntar:

—¿Te gustaría un poco de jugo de naranja? —Asentí con la cabeza pensando que dejaría a la doctora a solas conmigo, pero fue lo suficientemente inteligente como para usar el intercomunicador.

—Les dejo mi tarjeta personal. Por favor, llámame por cualquier cosa —Sabía que me estaba diciendo esto por su profesionalidad. Podría decirlo por su tono robótico.

Miré el reloj y vi que eran las doce de la tarde. Bárbara estaba leyendo una revista en mi habitación cuando me fui al baño. Dejé caer mi bata para solo mirar las palabras que estaban escritas en mi piel.

Esto es de Matteo De Lucca.

Las palabras estaban escritas en cursiva y la piel todavía estaba un poco inflamada y enrojecida. Me sentí como un producto etiquetado.

Un Rostro CruelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora