Voy de nuevo.
Camino tropezando, puedo decir que casi corriendo. Corro, corro, corro, no hay una dirección exacta, solo corro a donde creo que debo llegar.
Hay una puerta al final del camino, me acerco, bajo el picaporte. No abre. Tomo aire, cuento hasta diez.
Uno... Dos... Tres... Cuatro... Cinco... Seis...
"¿Te estabas escapando?"
Salto de la cama cuando siento cómo la garganta se me cierra. Mi pecho se mueve agitado y mi estómago se vuelca, puedo sentir el sudor cayendo por mi frente y mis manos temblando.
Quiero gritar, pero de mi boca solo sale un sollozo que duele. Es lo mismo de casi todas las noches desde hace cuatro años.
"Shhh, ey..." Federico agarra mi mano y la lleva a sus labios para besar mis nudillos y luego acariciarlos con su pulgar. "¿Querés agua?" Asiento jadeando y él se levanta a gran velocidad, aunque rápidamente mi mano caza su brazo por temor a quedarme sola en la habitación. "Está bien, mi amor... está bien. Vamos juntos."
Rodea mi cintura y me alza sin decir más nada. Hunde los dedos en mis muslos para hacerme rodear su cadera con mis piernas, y yo cedo reposando la cabeza en su pecho porque realmente no siento poder hacer esfuerzo alguno.
Me deja sentada en la mesada cuando llega a la cocina, abre la heladera y agarra la jarra de agua para después servirla en un vaso. Ni siquiera me deja moverme, él mismo se encarga de llevar el vaso a mis labios e inclinarlo para ayudarme a beber a la vez que acaricia mi pelo.
Mientras tanto, abre la canilla y se moja los dedos de una mano para llevarlos a mi cara y limpiar las lágrimas. No desvía la vista en ningún momento, se mantiene atento a mi cuerpo entero de manera que pueda moverse rápido en caso de que yo necesite algo.
Dejo el vaso a un costado y respiro profundo tratando de controlar el temblor, él me da mi espacio porque sabe que lo necesito. Sabe qué hacer cuando algún ataque de pánico llega, sabe qué hacer cuando siento miedo de estar sola, sabe qué hacer cuando mi cabeza me dispara y me recuerda cosas que ya debería haber olvidado. Es un buen compañero, y hasta estuvo ahí incluso hace unos años cuando le dejé en claro que me tomaría tiempo poder volver a iniciar una relación desde cero.
Desaparece de la cocina unos pocos segundos y vuelve apurado con su caja de instrumentos en las manos. Saca el tensiometro y envuelve mi brazo con el mismo de inmediato, yo no me quejo, lo hace siempre que algo así pasa para poder controlar que mi estado sea estable y no esté volviendo a lo mismo de hace cuatro años.
"Ciento cuarenta y cinco." Jadea abriendo los ojos.
Se saca el estetoscopio de los oídos y comienza a rebuscar algo en las gavetas de la cocina al instante. La caja de pastillas tan familiar se hace visible, y saca de ésta un blister para abrirlo y darme el contenido. Lo trago sin problema como siempre, bebo lo que quedó en el vaso y respiro de nuevo cuando empiezo a sentirme más tranquila. Federico acaricia mi pierna y observa mi rostro chequeando que no sea más que solo una subida de presión momentánea.
"¿Estás mejor?" Murmura pasando sus dedos por mi mejilla.
"Sí, pero se me fue el sueño..."
"No te puedo dar nada, sino te puede hacer mal."
Asiento para que sepa que comprendo. Aún así, el sentirme exhausta me debilita.
"Quiero algo dulce." Le ruego mirándolo a los ojos.
Él mueve la cabeza y susurra un bajo 'Bueno', se acerca a mis labios y deja un corto beso antes de volver a dirigirse a la heladera para complacer mi antojo. Saca una bandeja con muchas cosas dulces, sé inmediatamente que se trata del regalo que Jazmín le envió el día del padre. Contiene algunos envoltorios vacíos de cosas que Federico comió durante estos días, mas parece que todavía quedaron chocolates y dos alfajores.

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Cartón • 𝒘𝒐𝒔
Teen FictionUna noche lo vi. Estaba ahí parado, tranquilo, con un porro entre los labios como acostumbraba. Y me miró. Esa mirada fría que no sabés lo que quiere decirte pero de todas formas te hace estremecer igual. Eso es lo que él me hacía sentir cada segun...