25. 𝑅𝑒𝑣𝑒𝑙𝑎𝑐𝑖𝑜𝑛𝑒𝑠: 𝑃𝑎𝑟𝑡𝑒 𝐼𝐼

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"¿No estás enojado?"

Sus ojos azules se posaron en mí mientras corría cuidadosamente el alambrado.

"¿Por qué tengo que estar enojado?" Preguntó pasando para el otro lado después de mí.

"Por haberte parado." Murmuré en voz baja caminando al lado suyo, esperando que no le haya caído mal lo que pasó.

"Si me decís que no, es no." Dijo bastante seguro. "No me voy a enojar porque no quieras estar conmigo Julia, está todo bien."



Le creí.

Cada palabra que salió de su boca, cada promesa que hizo, cada movimiento suave que tuvo conmigo, yo se lo creí todo.

Incluso cuando me repitió muchas veces que no haría conmigo nada que yo no quisiera, ahí estaba ahora, apretando mi cuello por más de que yo le pidiese que parara.

Valentín era fuerte, tenía una fuerza que no imaginé nunca llegar a conocer alguna vez, y el hecho de estar enojado la hacía duplicarse aún más. Podía jurar que ni siquiera pensaba en lo que estaba haciendo, solo lo hacía porque sí, porque probablemente le gustaba esa clase de poder encima de mi y el saber que me causaba miedo su forma de actuar.

¿Qué es lo que había hecho mal en mi vida para tomar esa posición? Sé que a lo mejor nunca fui la persona más buena del universo, pero si todo esto fue un castigo creo haber aprendido la lección más horrible de mi vida.

"P-para, V-valen-tín..." Clavé mis uñas en sus muñecas con toda la fuerza que pude encontrar en mí, mas su mirada oscura delataba que no tenía intención de soltarme por el momento. "Por f-favor..."

"Me tenés harto." Espetó demasiado cerca de mi cara. "Todos tus juegos de mierda, llorando y quejándote de todo para provocarme y hacerme enojar, vos me tenés harto."

"Solt-ame.."

Presionó su cuerpo contra el mío pegándome a la puerta, para después empuñar mi pelo en su mano y arrastrarme por la habitación aún sosteniendo mi cuello.

No hice ningún esfuerzo para zafarme de él, principalmente porque no tenía las fuerzas necesarias para empujarlo. Me sentía débil, sumisa, cansada de que quisiera demostrar su prepotencia ante mi todo el tiempo, así que solo dejé que hiciera lo que quisiera hacer de una vez por todas y me dejara en paz.

Solté un quejido cuando me empujó de un tirón contra el suelo a un lado del sillón, haciéndome golpear tan seco que temía que mis rodillas pudieran llegar a quedar con algún que otro moretón, y estaba segura de que pasaría.

"¿No te das cuenta que soy el único que te banca?" Murmuró poniéndose en cuclillas para estar a mi altura. "Nadie pregunta por vos, a nadie le importa lo que pasa entre nosotros dos una vez que cerrás la puerta." Su dedo se deslizó por el largo de mi pierna, fue una imágen tan maníaca que juro haber llegado a temblar. "La única persona que tenés es a mi, y lo arruinás una, y otra, y otra, y otra vez siempre que abrís esa boca incontrolablemente sucia que tenés y soltás tu lengua larga."

"No, no te tengo." Mi garganta ardía, se me imposibilitaba formalizar de manera correcta una sola palabra sin evitar que doliera. "Hace mucho dejé de tenerte a vos."

"Y no hubiera pasado si te hubieses portado bien conmigo." Tomó mi cuello entre una de sus manos otra vez, pero no apretó, solo me movió muy brusco para que lo mirase a los ojos. "Pero te ganó tu resentimiento de pendejita, y yo no me voy a quedar parado viendo cómo pensás que te podés cagar en mi sin que yo te de lo mismo." La sinceridad con la que lo dijo, eso fue lo que me erizó la piel.

Cartón • 𝒘𝒐𝒔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora