Cuatro meses.
Habían pasado cuatro meses -casi cinco- desde que Valentín y yo nos habíamos unido de una forma más fuerte.
Esa noche volvimos juntos, hicimos el amor, nos besamos, nos reímos, hablamos de cualquier cosa de la que podíamos llegar a hablar a las seis de la madrugada y pensé que estaba dónde quería estar.
A mamá le costó empezar a confiar en él desde la escena en el casamiento, por supuesto para mí fue totalmente comprensible que toda esa situación le cayera mal, pero con el tiempo pude convencerla de que las cosas entre él y yo estaban bien. Papá fue un poco más flexible y se dio al instante la oportunidad de conocerlo mejor la primera vez que lo llevé a casa, dejándome tranquila de saber que le había parecido amigable. También me tocó a mí conocer a su familia, llevándome una sensación cálida con la dulzura de sus papás al verme por primera vez.
El primer mes fue, probablemente, mi mejor recuerdo junto a él. Sus risas, sus besos, su humor, sus caricias suaves, su compañerismo conmigo, su primer 'Te amo', sus chistes sin sentido y su forma de hacerme sentir que estaba al lado mío incluso cuando no lo estaba. Teníamos nuestros desacuerdos a veces, y aprendíamos a resolverlos sin necesidad de llevarlo a una discusión más grande. Siempre volvíamos a encontrarnos, aunque en realidad nunca nos encontramos.
No dejé de hablar con Tadeo, sin embargo tampoco se lo oculté a Valentín. Lo único que juré no mencionarle fue lo que pasó en la cocina de su casa, y menos aún lo que hablamos en la cocina de Abril. Al principio parecía no estar tan de acuerdo conmigo relacionándome con los suyos, así que después de varios sermones de mi parte sobre dejar de plantearme cosas ridículas tuvo que aceptar que yo no iba a prohibirme cosas solo porque a él le molestaban. Tadeo, por su parte, demostraba estar cómodo con nosotros dos siendo amigos, aunque a veces cuando Valentín no escuchaba soltaba algún comentario que me dejaba saber que seguía pensando lo mismo que me dijo en la cocina.
Las cosas se balanceaban bastante bien en general, empezaba la primera semana de diciembre y lo único que corría por la cabeza de todos era empezar los preparativos de navidad y año nuevo. Valentín me había ayudado a armar el árbol de mi departamento, y le saqué demasiadas fotos porque lucía extremadamente tierno intentando combinar los colores de las bolitas y que quedara tal y como quería él. Nos veíamos bastante seguido desde que empezaron nuestras vacaciones de la facultad, él pasaba días sin irse de casa y siempre se hacía su lugar en el sillón para tirarse a mirar alguna película, jugaba con Pedro, dormía la siesta en mi cama, de vez en cuando cocinaba para los dos y cuando llegaba la noche se acostaba a mi lado y hablaba de lo mucho que disfrutaba el rumbo que había tomado su vida desde que nos conocimos. Y cuando tenía que irse nos costaba a ambos porque habíamos aprendido a convivir sin tener tantos conflictos, se vestía, me daba un beso, me decía que me amaba y salía del departamento dándome una sonrisa.
Todo parecía ir bien.
Bajé el fuego de la hornalla cuando escuché el timbre, dándole un vistazo a la comida para asegurarme de que todo estuviera en orden antes de caminar hasta la entrada.
"Hola..." Sonreí cuando la figura de Valentín se hizo presente al abrir la puerta.
"Que rico olor." Murmuró después de dejar un beso en mi frente cuando entró.
"Estoy haciendo ravioles."
"Me pongo contento entonces."
Tiró de la tela de mis shorts para acercarme a él, pasando sus brazos alrededor de mi cintura y yo envolví su cuello con los míos.
"¿Hiciste algo hoy?"
"Sí, me rasqué los huevos todo el día." Rió. "Estuve toda la tarde con los pibes en la plaza."
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Cartón • 𝒘𝒐𝒔
Teen FictionUna noche lo vi. Estaba ahí parado, tranquilo, con un porro entre los labios como acostumbraba. Y me miró. Esa mirada fría que no sabés lo que quiere decirte pero de todas formas te hace estremecer igual. Eso es lo que él me hacía sentir cada segun...