25. 𝑅𝑒𝑣𝑒𝑙𝑎𝑐𝑖𝑜𝑛𝑒𝑠: 𝑃𝑎𝑟𝑡𝑒 𝐼

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A veces, cuando cierro los ojos, recuerdo sus dedos pasando por mi piel.

Recuerdo sus primeras caricias, suaves, cálidas, deslizándose por todo mi cuerpo mientras su cara formaba esa sonrisa ladeada que lo hacía angelical.

Esos ojos celestes que guardaban tanto en sus orbes, mi pulgar rozando su mejilla rasposa debido a su barba creciente, sus besos lentos y profundos, su cambiante color de pelo que le quedaba magnífico fuese el color que fuese, aquella risa amorfa y singular que solía contagiar a cualquiera, mi piel estremecida por el tacto de la punta de su nariz en mi cuello, su lujuria a la hora de enredarse entre mis piernas, el piercing de su ceja brillando con la luz de la ventana, su particular costumbre de prender un porro en donde sea que estuviera.

Lo recuerdo a él todos los días de mi vida, aún me atormenta incluso después del tiempo que pasó.

Pero más me atormenta esa navidad.

Las imágenes siguen firmes, claras, distinguibles.

El televisor marcando las doce, la lluvia de fuegos artificiales explotando afuera, mis ojos puestos en el ventanal de mi departamento, su reflejo detrás de mí dibujándose en este.

Obedecí a sus órdenes de hacer a Tadeo a un lado, y por supuesto que él no quiso hacerme caso. Me repitió una y otra vez que sabía muy bien que yo no pensaba eso, que Valentín estaba metiéndome cosas en la cabeza, que ya no era necesario seguir con él, que podía ayudarme.

Y yo me equivoqué al convencerlo de que podía manejarlo sola, de que no necesitaba su ayuda ni la de nadie. Porque siempre se necesita ayuda, mucho más cuando se trataba de alguien tan peligrosamente cauteloso como Valentín.

Escuché sus pasos acercarse a mí, y aunque de todos modos podía verlo en el reflejo del ventanal, igual me sobresalté un poco al oírlo. Su mano derecha se posó en mi cintura sobre la tela del vestido, su mentón se apoyó en el hueco de mi cuello, su otra mano acariciaba todo el largo de mi brazo.

"¿Va a venir?" Murmuró contra mi piel. Su aliento caliente chocó en mi hombro, y una bolsa de emociones se desparramó en mi estómago.

"No."

Valentín suspiró en mi cuello, rascaba mi brazo con una de sus manos y su pecho subía y bajaba despacio detrás de mí espalda.

Estuvo conmigo toda la tarde, visitamos a mis papás al mediodía y después volvimos al infierno que nos rodeaba cuando estábamos solos. No tenía forma de librarme de él en ningún momento, era imposible hacer o decir o algo sin tenerlo encima analizando cualquier cosa que estuviera a mi alrededor.

Yo no le hablaba, él tampoco a mí si no lo sentía necesario. Sin embargo estaba ahí, me tenía presa en mi propia casa como si fuera un humano peligroso. Miraba mi celular de vez en cuando, me seguía a la habitación cuando iba a acostarme, se levantaba antes que yo para corroborar que no iba a escaparme con Tadeo mientras él no me veía, perseguía mis pasos con sus ojos cada vez que me movía de su lado. Era casi como estar secuestrada y sin libertad alguna, pero de todas formas yo no tenía ganas de libertad.

Si salía de casa, iban a preguntarme por él con sonrisas grandes, y mi única opción siempre sería mentir con que estábamos mejor que nunca y devolverles la sonrisa.

El timbre sonó de repente haciéndome sobresaltar, sus dedos se apretaron en mi brazo en señal de que debía relajarme.

"Dejá de estar así de nerviosa, no te estoy haciendo nada." Dirigió en voz baja, aún pegado muy cerca de mi cuerpo.

Me libré de sus brazos cuando escuché las risas afuera. Era la hora de fingir para los demás que nuestra relación iba perfecta, que no había ningún conflicto entre nosotros más que alguna discusión estúpida, así como las llamaba él.

Cartón • 𝒘𝒐𝒔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora