10. 𝑇𝑟𝑒𝑠 𝑑𝑒𝑠𝑒𝑜𝑠

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La lluvia golpeaba fuerte afuera, como todos los años en el día anterior a mi cumpleaños. No tenía muchas ganas de levantarme de la cama, no había ido a la facultad y por la tormenta tampoco podía ir a trabajar.

Mis dedos rascaban el pelo anaranjado de Pedro, que estaba acostado hecho una bolita en mi estómago. La imágen de Valentín agachado acariciándolo esa noche que salimos empezó a aparecer en mi cabeza. Y entonces me golpeé mentalmente por estar pensando en él cuando era la última persona en la que quería pensar.

No habíamos quedado bien el día anterior.

"¿Qué es lo que querés entonces?" Valentín no respondió, se quedó parado en su lugar mirándome como si yo no hubiese preguntado nada. Y no entendía por qué me causaba tanto problema si él tampoco me dejaba nada claro. "Lo único que querés es confundirme."

"No hables como si me conocieras." Murmuró entre dientes con su mirada puesta en mis ojos. Y cuanta razón tenía.

"Es que no te conozco..." Admití más para mí que para él. "Sé que no querés ser mi amigo, pero dejame en claro qué es lo que querés si pretendes que sigamos con esto."

"No, yo no pretendo nada." Dijo negando con la cabeza y parándose recto. Tenía los ojos como si fuese un cachorrito al que acababa de retar, sabía como hacerme sentir que era yo la que estaba mal. "¿Qué es lo querés vos?"

Exhalé profundamente pasándome una mano por el pelo, empezando a frustrarme por estar estancados en una discusión que no nos iba a llevar a ningún lado.

"No sé."

Valentín se rió sin gracia a la vez que negaba, tiró la cabeza para atrás mientras se llevaba una mano a la cara y volvió a mirarme.

"Sos increíble."

"Fuiste vos el que se ofendió porque dije que entre nosotros no hay nada más que un par de besos. Si te duele la verdad no es problema mío."

La expresión decepcionante que me dio me hizo darme cuenta de que a lo mejor estaba siendo un poco dura tanto conmigo como con él. Pero mi orgullo estaba primero.

Él se limitó a responder, pasó de mi lado sin darme ni una sola mirada y salió del departamento golpeando la puerta. Y tuve ganas de pedirle disculpas y admitirle que estaba totalmente confundida con él, pero no lo hice.

Esa fue la última vez que fui consciente sobre mi misma.

Ya no entendía muy bien cuál era mi situación con él. Para ser sincera esperaba que me mandara al menos un mensaje, pero no me había dado señal alguna de querer hablar conmigo, así que yo tampoco quería molestarlo.

Tenía miedo de empezar a sentir que dependía de él. Sabía que si caía en eso ya no había vuelta atrás, y me daba miedo por mí. Porque me hacía la dura con respecto a la situación, pero era lo más débil y manipulable que podía existir. Y Valentín estaba cortando de a poco esa soga que me mantenía colgada para no caer en seco a la pileta.

Y entonces, por primera vez en mucho tiempo, sentí que necesitaba a mi mamá. Necesitaba que me guiara hacia donde tenía que ir, porque las madres nunca se equivocan. Y a pesar de que me daba vergüenza hablar sobre cosas del corazón con ella, sabía que podía ayudarme a mantenerme en el molde.

Agarré mi celular de abajo de mi almohada y lo desbloqueé para buscar su contacto, tecleé 'Diana' en el buscador y apreté la opción de llamar lo más rápido que pude.

Cartón • 𝒘𝒐𝒔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora