17. 𝐸𝑙 𝑐𝘩𝑜𝑞𝑢𝑒

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Damián observaba su reflejo en el espejo del local intentando buscar aprobación en mi mirada y la de mi mamá. Las dos sonreímos al unísono asintiendole con la cabeza, tenía una pinta impecable.

"¿Sí?" Preguntó algo inseguro, tirando un poco del moño de su cuello como si intentara desajustarlo. "¿Vos decís que estoy bien así, Juli?"

"Sos un muñequito de torta." Sonreí acercándome a él para abrazarlo por los hombros y acomodarle un poco la parte de atrás del traje.

Me daba mucha ternura que temblara casi tanto como si estuviera hecho de gelatina, y tomaba respiraciones fuertes que hacían parecer que su casamiento estaba siendo en ese mismo instante.

"Calmate un poco, parece que te vas a hacer pis encima." Lo regañó mamá en voz baja.

"Es verdad, te vas a morir antes de llegar al altar." Giré su cuerpo para que quedara de frente a nosotras dos y apreté sus mejillas despacio para intentar relajarlo. "Apurate así vamos a comer algo antes de que te desmayes acá nomás."

"Un buen trago de cerveza necesito." Musitó dándose vuelta para llamar al hombre del local.

Toqué el hombro de mi mamá para hacerle saber que los esperaba afuera antes de que ella asintiera y también se acercara con ellos.

Agosto estaba empezando y las cosas en mi vida parecían ir bien, me sentía bien y conforme con todo lo que tenía en relación conmigo, incluyendo mi familia y mis amigos. Y también Valentín.

De hecho con Valentín íbamos bastante bien, no discutíamos en absoluto y nos la pasábamos dándonos besos en cualquier lado, y ese Valentín me gustaba mucho. Me gustaba verlo haciendo chistes y riéndose cuando estaba conmigo, o que incluso cuando sus ojos no estaban puestos en mí, su atención sí lo estaba. Podía decir que estábamos cerca de dar ese paso de ser algo más de lo que sea que eramos en ese momento, y yo estaba dispuesta a aceptar cualquier cosa que él pudiera proponerme porque en aquel instante lo único que me controlaba eran los latidos de mi corazón y las corrientes eléctricas que recorrían mi cuerpo cada vez que estaba con él.

Sentía que los dos íbamos manejando en la misma calle larga y vacía en línea recta, pero en el camino siempre se encuentran curvas que lo cambian todo.

Saqué mi celular del bolsillo de mi campera para entretenerme un rato en cualquier aplicación, opté por entrar a Instagram y scrollear un poco tratando de encontrar algo que me pareciera interesante, así que de repente me encontré metiéndome a perfiles de gente que seguía para poder deleitarme con sus entretenidas vidas. El perfíl más interesante era el de Tadeo, y no me sorprendía en absoluto porque hubiese sido demasiado raro que alguien tan carismático y lindo como él no tuviera una vida alegre. Revisé todas sus publicaciones y salí con absoluta velocidad cuando presioné like sin querer, y corrí al perfil de Pablo cuando apareció etiquetado en una de sus fotos.

Pablo era muy lindo, de esas personas a las que nunca le dabas importancia a su aspecto porque su forma de ser era todo lo que se robaba tu atención, y agradecía haber podido aclararle las cosas sobre la molestia de Valentín y que se lo hubiera tomado de buena forma y siendo comprensible. Eso era algo que Valentín necesitaba cambiar, y era fuera de si Pablo se acercara a mí o no.

Suspiré entrando al contacto de Abril y preguntándole si seguía en pie nuestra comida grupal de la noche, recibiendo una rápida afirmación como respuesta.

Esa noche iba a ser el final de la línea recta, y a partir de ahí ya no tenía salida hacia atrás.

Mamá y Damián salieron del local completamente sonrientes cruzando palabras inentendibles, me levanté con su misma expresión apenas pasaron por al frente mío agarrando las bolsas de los vestidos que nos habíamos comprado mi mamá y yo y caminé junto con ellos.

Cartón • 𝒘𝒐𝒔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora