Capítulo 12.

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Dione.

—Yo vivía en un mundo diferente al suyo. Mi sociedad era más sencilla. En 1933, yo tenía dieciocho años, era guapa y mi vida, perfecta. Mi familia era de clase media. Mi padre tenía un empleo estable en un banco. Ahora comprendo que estaba muy pagado de si mismo, ya que consideraba su prosperidad como resultado de su talento y el trabajo duro en vez de admitir el papel desempeñado por la fortuna. Yo lo tenía todo garantizado en aquel entonces y en mi casa parecía como si la Gran Depresión no fuera más que un rumor molesto. Veía a los menesterosos, por supuesto, a los que no eran tan afortunados, pero me dejaron crecer con la sensación de que ellos mismos se habían buscado sus problemas.

》La tarea de mi madre consistía en atender las labores del hogar, a mí misma y a mis dos hermanos pequeños por ese mismo orden. Resultaba evidente que yo era tanto su prioridad como la favorita. En aquel entonces no lo comprendía del todo, pero siempre tuve la vaga noción de que mis padres no estaban satisfechos con lo que tenían, incluso aunque poseyeran mucho más que los demás. Deseaban más y tenían aspiraciones sociales... Supongo que podía considerárseles unos arribistas. Estimaban mi belleza como un regalo en el que veían un potencial mucho mayor que yo. Ellos no estaban satisfechos, pero yo sí. Me encantaba ser Rosalie Hale y me complacía que los hombres me miraran a donde quiera que fuera desde que cumplí los doce años. Me encantaba que mis amigas suspiraran de envidia cada vez que tocaban mi cabello. Que mi madre se enorgulleciera de mí y a mi padre le gustaba comprarme vestidos nuevos me hacía feliz.

》Sabía qué quería de la vida y no parecía existir obstáculo alguno que me impidiera obtenerlo. Deseaba ser amada, adorada, celebrar una boda por todo lo alto, con la iglesia llena de flores y caminar por el pasillo central del brazo de mi padre. Estaba segura de ser la criatura más hermosa del mundo. Necesitaba despertar admiración tanto o más que respirar, Bella. Era tonta y frívola, pero estaba satisfecha —sonrió, divertida por su propia afirmación —La influencia de mis padres había sido tal que también anhelaba las cosas materiales de la vida. Quería una gran casa llena de muebles elegantes cuya limpieza estuviera a cargo de otros y una cocina moderna donde guisaran los demás. Como te he dicho, era una chica frívola, joven y superficial. Y no veía razón alguna por la que no debiera conseguir esas cosas. De todo cuanto quería, tenía pocas cosas de verdadera valía pero había una en particular que sí lo era: mi mejor amiga, una chica llamada Vera, que se casó a los diecisiete años con un hombre que mis padres jamás habrían considerado digno de mí: un carpintero. Al año siguiente tuvo un hijo, un hermoso bebé con hoyuelos y pelo ensortijado. Fue la primera vez en toda mi vida que sentí verdaderos celos de alguien.

》Era una época diferente. Yo tenía los mismos años que Bella ahora, pero ya me hallaba lista para todo eso. Me moría de ganas por tener un hijo propio. Quería mi propio hogar y un marido que me besara al volver del trabajo, igual que Vera, sólo que yo tenía en mente otro tipo de casa muy distinta.

Nuestra acompañante suspiró y continuó hablando, pero esta vez lo hizo con una voz diferente, sin rastro alguno de nostalgia.

》En Rochester había una familia regia, apellidada, no sin cierta ironía, King. Royce King era el propietario del banco en el que trabajaba mi padre y de casi todos los demás negocios realmente rentables del pueblo. Así fue como me vio por vez primera su hijo, Royce King II —frunció los labios al pronunciar el nombre, como si lo soltara entre dientes -Iba a hacerse cargo del banco, por lo que comenzó a supervisar los diferentes puestos de trabajo. Dos días después, a mi madre se le olvidó de modo muy oportuno darle a mi padre el almuerzo. Recuerdo mi confusión cuando insistió en que llevara mi vestido blanco de organza y me alisó el cabello sólo para ir al banco.

Rosalie se rio sin alegría.

》Como todo el mundo me miraba, no me había fijado especialmente en él, pero esa noche me envió la primera rosa. Me mandó un ramo de rosas todas las noches de nuestro noviazgo hasta el punto de que mi cuarto terminó abarrotado de ramilletes y yo olía a rosas cuando salía de casa. Royce era apuesto, tenía el cabello más rubio que el mío y ojos de color azul claro. Decía que los míos eran como las violetas, y luego empezó ese show de las rosas y todo lo demás. Mis padres aprobaron esa relación con gusto, y me quedo corta todo lo que ellos habían soñado y Royce parecía ser todo lo que yo había soñado. El príncipe de los cuentos de hadas había venido para convertirme en una princesa. Era cuanto quería, y no menos de lo que esperaba. Nos comprometimos antes de que transcurrieran dos meses de habernos conocido. No pasábamos mucho tiempo a solas el uno con el otro. Royce me explicó que tenía muchas responsabilidades en el trabajo y cuando estábamos juntos le complacía ser visto conmigo del brazo, lo cual también me gustaba a mí. Hubo vestidos preciosos y muchas fiestas y bailes, ya que todas las puertas estaban abiertas y todas las alfombras rojas se desenrollaban para recibirte cuando eras un King.

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