Capítulo 19.

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Dione.

—Lo mismo que te ocurrió a ti en la mano —contestó Jasper con voz serena —sólo que mil veces más —soltó una risotada amarga y se frotó el brazo —La ponzoña de vampiro es lo único capaz de dejar cicatrices como las mías.

—¿Por qué? —jadeo.

—Yo no he tenido la misma… crianza que mis hermanos de adopción. Mis comienzos fueron completamente distintos —su voz se tornó dura cuando terminó de hablar —Antes de que les cuente mi historia —continuó Jasper —deben entender que hay lugares en nuestro mundo, donde el ciclo vital de los que nunca envejecen se cuenta por semanas, y no por siglos.

Los otros ya habían oído antes la historia, por lo que se desentendieron de la misma. Carlisle y Emmett centraron su atención en la televisión. Alice se movió con sigilo para sentarse a los pies de Esme. Edward permaneció tan absorto como yo; sólo que podía sentir el escrutinio de sus ojos en nuestros rostros, tal vez analizando nuestras reacciones.

—Si quieren entender la razón, deben cambiar su concepción del mundo e imaginarlo desde la óptica de los poderosos, de los voraces… o de aquellos cuya sed jamás se sacia.

En ese momento fue que caí en cuenta de que ellos no sabían que era parte vampiro y que de una forma u otra ya tenía cierto conocimiento básico del mundo “vampírico”.

»Como saben. Algunos lugares del mundo resultan especialmente deseables para nosotros porque en ellos podemos pasar desapercibidos sin necesidad de demasiadas restricciones.

»Háganse una idea, por ejemplo, del mapa del hemisferio occidental. Imaginen un punto rojo simbolizando cada vida humana. Cuanto mayor es el número de puntos rojos, más sencillo será alimentarse sin llamar la atención, es decir, para quienes vivimos de este modo.

» los aquelarres sureños apenas les preocupa ser o no descubiertos por los humanos. Son los Vulturis quienes los meten en vereda. No temen a nadie más. Ya nos habrían sacado a la luz de no ser por ellos.

Asentí entendiendo el contexto, pero vi a Bella fruncir el ceño, tal vez confundida por el respeto que parecía tenerle Jasper a ese clan de vampiros.

—En comparación, el norte es mucho más civilizado. Fundamentalmente, aquí somos nómadas que disfrutamos del día tanto como de la noche, lo que nos permite interactuar con los humanos sin levantar sospecha alguna. El anonimato es importante para todos nosotros.

»El sur es un mundo diferente. Allí, los inmortales pasan el día planeando su siguiente movimiento o anticipando el de sus enemigos, y sólo salen de noche; y es que allí ha habido guerra constante durante siglos, sin un solo momento de tregua. Los aquelarres apenas son conscientes de la existencia de los humanos, o lo son igual que los soldados cuando ven una manada de vacas en el camino. El hombre nada más es comida disponible, de la que se ocultan exclusivamente por temor a los Vulturis.

—Pero ¿por qué luchan? —pregunto Bella.

—Territorio -murmure.

Jasper sonrió.

—¿Recuerdas el mapa con los puntos rojos? —le pregunto a Bella, ella asintió —Luchan por controlar las áreas donde se acumulan más puntos rojos.

»Verás, en algún momento, a alguien se le ocurrió que si fuera el único vampiro de la zona, digamos, por ejemplo, México Distrito Federal, entonces podría alimentarse cada noche dos o tres veces sin que nadie se diera cuenta, por lo que planearon formas de deshacerse de la competencia.

»Los demás no tardaron en imitarlos, unos con tácticas más efectivas que otros.

»Pero la estrategia más efectiva fue la que puso en marcha un vampiro bastante joven, llamado Benito. La primera vez que se oyó hablar de él apareció desde algún lugar al norte de Dallas y masacró los dos pequeños aquelarres que compartían el área cercana a Houston. Dos noches más tarde, atacó a un clan mucho más grande de aliados que reclamaban Monterrey, al norte de México, y volvió a ganar.

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