Capítulo 16.

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Dione.

Cuando Edward desapareció de mi vista me di cuenta de que había correo, lo tomé dándome cuenta que habían dos cartas de la universidad, entre rápidamente a la casa llamando a Bella, la cual bajo y antes de que pudiera preguntarme algo referente al chico Cullen le mostré los sobres.

—He recogido el correo.

—¿Hay algo bueno? — pregunto ansiosa.

—Eso creo — asentí tomando solo los dos sobres de la U y colocando los demás sobre el sillón.

Rápidamente se acercó a mí, ambos estaban doblados, un par de sobres de tamaño legal por la mitad.

Desplegué el mío, algo sorprendida por el peso del papel caro y leí el remitente.

Me atragante con mi saliva y rápidamente abrí el sobre, leí un par de veces aquellas palabras escritas y una gran sonrisa se instalo en mis labios.

—¿Dartmouth? ¿Esto es una broma? — escuche la voz de Bella, mientras miraba la carta.

—Estoy segura de que te han aceptado, tiene la misma pinta que el mío.

—Santo cielo, Dya, pero ¿En que momento… ¿

La interrumpí y la mire con cara de “¿Es enserió?”

—Edward — dije obvia —  Es muy seguro de que haya enviado tu formulario, eso es todo.

—Yo no soy del tipo de gente que buscan en Dartmouth, y tampoco soy lo bastante estúpida como para creerme eso — rodé los ojos.

—A veces eres tan pesimista querida Bels — suspire y tome el sobre, lo abrí rápidamente, su mirada estaba fija en mi — Para tener creer que no fuiste aceptada pareces ansiosa — dije burlona.

—Solo lee la maldita carta de una vez — murmuró mordiendo sus uñas, la mire burlona y leí el contenido —Pues en Dartmouth sí parecen pensar que eres su tipo.

Ella rápidamente arranco la carta de mis manos y la leyó un par de veces, me miró con la boca abierta.

—No — murmuró asombrada.

—Si — asentí feliz.

—No lo creo.

—Pues créelo Bels. 

—¡Fui aceptada en Dartmounth! — chilló mientras daba pequeños saltos, los cuales acompañe y nos abrazamos.

—¡Somos casi universitarias Bels! — exclame apretándola contra mi.

—¡Es tan emocionante!

—¡Si! Ohhh — dejo de saltar de golpe y me miro en silencio.

—¿Qué? — pregunté confundida, por una extraña razón no podía saber que pasaba por su cabeza ahora mismo, fruncí el ceño.

—No iremos a la misma U — dijo haciendo un puchero inconscientemente.

La mire tierna.

—Ey, ¿Y eso qué? Te iré a visitar, igual que siempre — dije.

—No será lo mismo — negó — Ya me acostumbre a tu presencia permanente.

—Venga Bels, tu tranquila ya veremos como hacemos ¿Si?

Ella asintió y de un momento a otro volvió a quedarse quieta, pero ahora miraba una pared, suspire.

—¿Ahora que te paso? — pregunté rascando mi nuca, me ponía de los nervios que hiciera eso.

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