Capítulo 22.

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Dione.

—¿Chicas?

La voz Edward sonó a nuestras espaldas.

Habíamos llegado hace apenas unos minutos y como ya lo esperaba Alice me pidió ayuda con los últimos retoques y casi obligo a Bella y arreglar un pequeño espacio, pero al final la aparto y lo hizo ella misma, Bella parecía bastante agradecida por eso.

Había transformado el interior de la casa de los Cullen en un night club , de ese estilo de locales que no sueles encontrar en la vida real, sólo en la televisión (también en los libros).

Edward se dirigió hacia nosotras mirando exclusivamente a Bella, parecía embobado con ella, a lo que me di unas palmaditas yo misma orgullosa, sabía que le gustaría el vestido tanto como le gusta la que lo lleva, (estoy segura de que si no fuera porque quiere esperar hasta después de casarse para tener relaciones seguro y está noche se lo arrancaría y con los dientes, si es que entienden la referencia), una vez frente a Bella la atrajo a el y la beso, de una manera que me incómodo muchísimo.

Ok.

Había muchísima tensión sexual entre ambos.

Casi parecía que se querían devorar uno al otro.

Lo cual no me extraña.

Finalmente la incomodidad pudo conmigo y tuve que carraspear, es verdad que me pude haber ido con los demás pero... Naaa, aquí estaba bien.

—Deberían ir arriba, tengo entendido que Edward tiene una cama qué no la estrenan —sonreí arqueando una de mis cejas.

Edward se veía avergonzado, si no fuera vampiro seguramente estaría ruborizado, Bella parecía un tomatito.

—Deberíamos irnos —farfulló intentando cambiar el tema, rehuyendo de mi mirada.

—De eso nada —dije con el ceño fruncido —Alice se enojara y ninguno de nosotros está preparado para eso.

Había empezado a notar la mirada de Edward, parecía bastante preocupado y la verdad creo que era demasiado obvio porque se encontraba así. Bella noto su mirada.

—¿No te preocupas demasiado? Yo no lo estoy.

—¿Por qué eso no me sorprende? —murmuró para sus adentros, respiro hondo y esbozó una leve sonrisa —¿Listas para la celebración? —preguntó.

Pero este no pudo contestar, debido a que Alice apareció junto a mi hablándole;

—Edward, necesito tu consejo —señaló con un gesto la imponente pila de CDs, que se encontraban a un lado — ¿Deberíamos poner melodías conocidas y agradables o educar los paladares de los invitados con la buena música? —concluyó, señalando otra pila diferente.

—No te salgas de la agradable —le recomendó Edward —«Treinta monjes y un abad no pueden hacer beber a un asno contra su voluntad».

Alice asintió con seriedad y comenzó a lanzar los CDs «educativos» en una bolsa. Noté que se había cambiado y llevaba un vestido violeta sin mangas cubierto de lentejuelas. Su piel desnuda relucía de un modo extraño bajo el parpadeo de las intermitentes luces rojas y púrpuras.

—¿De verdad creen que va a venir alguien?

La mire mal, me sonrió inocente.

—No va a faltar nadie —aseguró Edward —Todos se mueren de ganas por ver el interior de la misteriosa casa de los huraños Cullen.

—Genial —protesto.

Edward se negó a apartarse de su lado, tanto que la llevó consigo cuando fue en busca de Jasper primero y luego de Carlisle para contarles mi descubrimiento.

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