La invitación

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¿Qué había sido todo eso? ¿Cómo ella me libró de esa situación? No sabía nada sobre ella, su pasado, su historia, sus gustos, cuál era su color favorito, qué comida le gustaba más, si bebía, qué tipo de película veía, cuántos años tenía, que tipo de música escuchaba, si prefería perros o un gatos. Valentina, ¿qué te importa cuál es su color favorito? Solo si es para usar bragas de ese color para complacerla. ¡Dios mío, no! Qué pensamiento tan más grotesco, sexista. Sexista nada, es un pensamiento empático. Si vas a tener sexo con ella algún día, sería bueno complacerla, ¿verdad? ¡No tendré sexo con ella! ¿Iba a tener sexo con ella? Después de todo, fui un poco obvia en dejarle saber un poco que ella estaba en mi pensamiento y que no la dejaría desistir de lo que quería. Realmente me estaba volviendo loca. Necesitaba poner mi cabeza en orden, pero ¿cómo hacerlo si estaba de camino a casa en ese auto y todavía sentía que mi cuerpo reaccionaba a todo lo que me dijo? Nunca sentí mi lencería de la forma en que estaba en este momento.

El camino a mi casa era así, sin tráfico debido a la hora, afuera silencioso y mi mente a mil por hora. En medio de todo eso, sentí vibrar mi teléfono. ¿Quién podría enviarme un mensaje de texto a esta hora? Tomé el dispositivo y lo desbloqueé, encontrando un número desconocido en la pantalla. Abrí el mensaje y al verlo me dieron ganas de gritar "deténgase" y correr hacia la puerta de ese metro donde dejé a Juliana. El mensaje contenía una foto de nosotras, con nuestros rostros juntos, durante el momento en que ella pensaba que la estaba siguiendo. La foto estaba en perfecta definición, se veía claramente como las dos nos mirábamos a los ojos, con nuestras bocas semi abiertas y con una atmósfera casi de seducción. Tragué saliva. Quería llorar en ese momento, tenía mis manos temblando tratando de sostener ese celular, el cual volvió a vibrar. Llegó otro mensaje: ESTOY ESPERANDO. TOME EL CASO O HABRÁ CONSECUENCIAS.

Cuando estaba en la universidad, estuve involucrada en un chantaje, pero de acoso sexual, con uno de los profesores. Yo era una de las estudiantes que más trabajaba y estaba hambrienta de éxito y de defender casos importantes rápidamente. Uno de los profesores, considerado un gran profesor, notó la desesperación de mi parte, por demostrarme a mí misma, por demostrarles a mis padres de lo que era capaz. Se aprovechó de mis ganas de superación de la peor manera posible. Decidió programar un café conmigo, en un lugar alejado de la universidad. Acepté porque lo consideraba un abogado brillante. Hablamos del curso, de mi currículum, hasta que él, debajo de la mesa, me puso la mano en el muslo. Retiré su mano de inmediato.

- Señorita Carvajal, no se ponga nerviosa. Sé que quiere ser abogado en casos importantes, ésta es una oportunidad que no puede dejar pasar.

- ¿Quién se cree que soy para hacerme esto?

- Creo que eres una ganadora. Y los ganadores hacen todo lo posible para conseguir lo que quieren.

Un mes después, este hombre fue despedido de la universidad. Presenté una demanda e incluso conté con la ayuda de varios otros estudiantes que sufrieron el mismo tipo de acoso. Algunos, lamentablemente, cedieron al chantaje. Yo no fuí una de ellos. No necesitaba eso para ganar, pude llegar a la cima a través del mérito y el esfuerzo. Me prometí a mí misma que nunca me obligarían a hacer nada que no quisiera. Había funcionado, hasta ese momento, dentro de ese taxi, mirando la foto que me tomaron y sudando frío sabiendo que mi decisión podía poner en peligro a Juliana. ¿Valía ella ésta preocupación? ¿Quién era esa mujer? ¿Estaría de acuerdo en venderme al sistema para protegerla? ¿Mi carrera se iría por el caño después de esto? Podría hacerme un millón de preguntas, pero solo había una respuesta. Al día siguiente, le pedí al Sr. García que viniera a mi oficina y diera mi respuesta final.

- Buenos días, señorita Cavajal. Me alegro de que haya llamado.

- Buenos días, Sr. García. Por favor sientese. - Lo hizo, desabotonándose el saco, con aire conquistador y orgulloso de sí mismo. - Me gustaría comenzar nuestra conversación dejando en claro que no soy cualquiera. No soy una mujer que necesite demostrar su valor ante nadie, no necesito más dinero, tomo casos que me hacen crecer, como profesional, como abogada, a veces incluso como persona.

Tu Toque I Juliantina I TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora