MI cabeza estaba a mil por hora. ¿Cómo pudo pasarle algo a mi madre? No hace ni cinco horas que regresé de Boston y voy de regreso, todo estaba hecho un caos por mí. Además, tenía que lidiar con un cliente atípico cuando regresara . Nunca, la opción de no tomar un caso, martilleaba tanto en mi mente. Mi papá se sentiría muy decepcionado si me negara a defender a alguien, por difícil que fuera el caso, pero tenía que lidiar con alguien que acababa de confesar que era culpable, y de la manera más descarada y lamentable que jamás había visto. Eso me dejó intrigada y aterrorizada. El mundo realmente pertenecía a los ricos y poderosos, no podía negarlo.
Y hablando de gente rica, ahí estaba yo caminando nuevamente por la puerta del aeropuerto, dirigiéndome al mismo mostrador, de la misma compañía, para ser enviado de regreso a la misma sala VIP en la que estaba hace poco tiempo. Mi cabeza daba tanto vueltas que por un breve período de tiempo, olvidé a quién podía encontrar en ese pasillo y tan pronto como lo recordé, me quedé paralizada en la entrada. No entraba ni salía. Miré el reloj en la pared que marcaba las dos de la tarde y mi vuelo saldría a las tres cuarenta de la tarde. Respiré hondo y comencé a dar pasos lentos, sintiendo mis manos sudorosas y temblorosas. Aún desde la distancia, veía el espacio reservado para el masaje y la cabeza no dejaba de pensar : Valentina, ¿por qué te diriges hacia el huracán? Huye. No le debes nada a esta chica. ¿Qué esperas cuando la veas? Que te diga unos cuantos insultos. Ella no me insultaría, ¿o si? Ni siquiera sé qué decir. ¿Solo digo hola y me disculpo por la mala educación de la semana pasada y luego salgo corriendo? Ay, Valentina, qué papelón estás haciendo. Mientras pensaba en lo ridícula que estaba siendo, no me di cuenta de lo cerca que estaba de la habitación con las "sillas negras que parecen incómodas". Y vi que había movimiento, manteniéndome quieta sin definir qué diría si la viera. Unos cuantos inseguros pasos más y vi manos. Pero, según el destino, eran manos de hombre que hacían movimientos circulares sobre el hombro de un hombre muy limpio. Oh maldita sea. Ella no está. ¿Qué demonios? ¿Como asi? Mejor. Ahora a olvidar que estuviste tan cerca de esta sala. Huye. Cuando me di la vuelta, ahí estaba. El rostro de mi pesadilla. Hermosa. Morena. Confundida.
- Mira, pero si no es más que la señorita o señora, no sé, que además de rechazar mi masaje, fue grosera y petulante. Qué sorpresa volver a verla por aquí. - Me miró de arriba abajo, y en cuanto terminó de hablar, se quedó con sus ojos fijos en los míos y una irónica sonrisa en su rostro. Yo, que nunca me había conformado a ser ofendida o derrotada por nadie con quien me metía en enfrentamientos, aparentemente no pude decir nada. Me quedé allí con la boca ligeramente abierta y el sudor, que tanto odiaba, me corría por la frente.
- Oye, ¿estás bien? preguntó, claramente cambiando su expresión de hosca y cínica a algo como preocupada. - Te pusiste pálida. Sientate aquí. Voy a buscar agua.
Y se fue, buscando un vaso de agua mientras yo me quedaba donde me había sentado, en una silla, todavía confundida sobre por qué mi boca no podía ayudarme a expresar lo que necesitaba o pensaba que necesitaba decir. Cuando regresó, se agachó frente a mí para estar a mi altura, me entregó el vaso y esperó a que bebiera, todavía sin apartar sus ojos de los míos. Eso no ayudaba, ¿que no se daba cuenta? Decidí hacer un gran esfuerzo y decir algo.
- Gracias. - no fue más que un suspiro de voz, algo que ella tendría que estar muy cerca para poder escuchar. Y creo que no lo estaba, porque se acercó aún más, lo que me hizo hacer la cara hacia atrás en un movimiento protector involuntario.
- Oye, no muerdo. - y sonrió. Y que sonrisa. - ¿Que dijiste?
- Yo ... dije gracias. Y ... yo también quería ... pedir ... - me congelé. ¿Realmente iba a hacer eso ahí? Valentina Carvajal, ¿la reina de hielo? ¿Iba a rebajarse de esa manera? Aparentemente, no había vuelta atrás.
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Tu Toque I Juliantina I Terminada
RomanceAmbición. Esa fue la palabra que definió al heredero del legado de Carvajal. Ningún obstáculo la alejaría del inevitable destino de convertirse en la principal abogada criminalista de Nueva York. Ninguno más que ese toque. Esta historia no es mia. L...