POV VALENTINA
Había oído que cuando estas a punto de morir pasan por cabeza como cortos de lo que fue tu vida. Es una visión romántica de la muerte, pero tal vez tenga sentido para rectificar lo qué haces. A los que se quedan, les pasa por la cabeza una película de lo que no ha sido, de todos los planes futuros, de lo que pudo ser. Eso fue lo que me pasó mientras tomábamos turnos la madre de Juliana y yo tratando de detener la sangre que salía de su herida. Su sangre aún estaba caliente, todavía llena de vida, pero se estaba enfriando rápidamente, oscureciéndose, haciéndome perder la poca esperanza que me quedaba. Con mis manos cubiertas de ese color rojo, miré a mi alrededor. Si hace dos meses me hubieran dicho que estaría en el escondite de la mamá de Juliana, con el cuerpo de uno de mis clientes en el piso, quien había sido tomado como rehén por su hermano y que por culpa de este estaba a punto de perderla, después de finalmente ceder a la tentación de tenerla, cosa que tampoco creería si me lo dijeran, nunca lo hubiera creído. Le entregué parte de mi corazón a esa morena, que créeme, nunca había pertenecido a nadie más que a ella, a la que cada minuto sentía perder bajo mis caricias.
- Señorita, necesito que se mueva. – después de unos segundos, todavía conmocionada, entendí que quien me preguntaba esto era un paramédico. El equipo la estaba preparando para subirla a la ambulancia, pero una línea me lanzó al abismo de la incredulidad. - Ella no tenia latidos en su corazón. - ¡Comencemos el masaje ahora! – uno de los hombres se subió a la camilla y comenzó a bombear su pecho frente a mí. Sentí que se me rompían las entrañas cuando vi una de sus manos saliendo de la camilla, inmóvil, sin vida, sin color. Ella se me estaba llenado, pero no la dejaría sola en este momento. – ¿Quién de ustedes irá en la ambulancia? – nos preguntó la enfermera a mi y a Lupita.
- ¡Yo voy! - Dije rápidamente y sentí una mano agarrar mi brazo.
- No sé quién eres, pero... gracias. – el discurso de la madre de la morena era igual al de ella y simple. Ambas sabíamos que solo había lugar para una persona en ese vehículo y que no había forma de que pudiera ser alguien más que yo.
Rápidamente entré en esa ambulancia, que me estaba llevando a lo que parecía ser el día más triste de mi vida. La probabilidad de que Juliana sobreviviera era escasa. No sé mucho de anatomía, pero por la altura de donde entró la bala, al menos uno de sus pulmones resultaría gravemente herido. Y allí estaba yo, viendo a esos hombres hacer stood a su alcance. No podía escuchar nada, solo un zumbido en cámara lenta, ni siquiera podía parpadear. Todo era muy surrealista. Sabíamos que podíamos meternos en problemas al haber ido solo nosotras dos, pero toda esa situación fue mucho más allá de lo que esperábamos. La audacia de ese hombre, la certeza de la impunidad, me hacían sentir enojada, ansiosa. Juliana era una persona fuerte, con el alma reconstruida después de tanto sufrir. Ella no se merecía ese destino. Se merecía lo mejor del mundo. Es allí, pensando en todo lo hermoso que había en su interior, comprendí cuál era mi misión en ese momento. Acerqué mi boca a su oído derecho y comencé a hablar en voz baja, como si le contara un secreto el cual solo ella podía escuchar. Las palabras salieron de mi boca sin tener que pensar en ellas. Sabía lo que tenía que oír, incluso si hubiera jurado que no podía oír nada. Ella necesitaba saberlo. Durante todo el camino, que duró poco, le hice promesas a Juliana sobre cómo sería su vida si se quedaba conmigo, si no se rendía ahora, si era fuerte por última vez, como yo preguntado antes. Estaba cansada, lo sé. Su cuerpo y su mente ya habían sufrido bastante, pero no la dejaría sufrir más. Sostuve su mano hasta que fui abruptamente interrumpido por duras palabras. Acerqué mi boca a su oído derecho y comencé a hablar en voz baja, como si contara secretos que solo ella podía escuchar. Las palabras salieron de mi boca sin tener que pensar en ellas. Sabía lo que tenía que oír, incluso si hubiera jurado que no podía oír nada. Ella necesitaba saber. Durante todo el camino, que duró poco, le hice promesas a Juliana sobre cómo sería su vida si se quedaba conmigo, si no se rendía ahora, si era fuerte por última vez, como yes lo había pedido antes. Estaba cansada, lo sé. Su cuerpo y su mente ya habían sufrido bastante, pero no la dejaría sufrir más. Sostuve su mano hasta que fui abruptamente interrumpida por duras palabras..
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Tu Toque I Juliantina I Terminada
RomanceAmbición. Esa fue la palabra que definió al heredero del legado de Carvajal. Ningún obstáculo la alejaría del inevitable destino de convertirse en la principal abogada criminalista de Nueva York. Ninguno más que ese toque. Esta historia no es mia. L...