Capítulo 30

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Capítulo XXX
«Otro giro de tuerca»


El día estaba tranquilo, varias noches habían transcurrido desde el incidente con el humano y mi encierro en el sótano. Seguíamos en las celdas, los demás debían de llevar esposas todavía; yo tenía aún el brazo inmovilizado, así que no servía de mucho tenerlas puestas. La ventana nuevamente había sido cubierta por el espejo unilateral habitual, volvíamos a la incertidumbre.

Los puntos en mi pierna ya habían sido retirados; no se infectó la herida, gracias Arceus y el cuidado de Bea. Aún había costra y, por lo tanto, aún tenía puesto un vendaje para protegerla.

Horas atrás habían entregado el desayuno a las habitaciones, bandejas con comida en apariencia fresca. Eso no quitaba lo insípido, y el agua pasaba con dificultad por mi garganta. La verdad es que ya no sabía si era yo o la comida había perdido calidad.

John no parecía tener problema con el desayuno, quizás nuevamente eran cosas mías.

—¿Soy yo o la comida no sabe a nada? —le pregunté mientras dejaba la bandeja vacía a un lado.

—Diría que eres tú, a mi me gusta. —respondió mientras se zampaba de un bocado un par de bayas.

Mis ojos viajaban su mirada por toda la habitación, jamás habíamos estado tanto tiempo en las celdas. Pero parecía que, mientras hubiesen gritos, seguiríamos aquí. La verdad es que no era completamente malo, quizás daba demasiado tiempo con mis pensamientos, pero al menos lo pasaba con John.

Igualmente me preocupaban Robert y Zak, no habíamos escuchado nada sobre los demás en todos estos días. Pensando lógicamente, lo más probable es que no les haya pasado nada. Pero mi cerebro es una mierda y prefiere pensar demasiado las cosas, no sólo eso, además le encanta dejar de pensar de forma lógica.

—¿Crees que los demás estén bien? —volví a preguntarle al tipo lucha.

Mi mano izquierda sostenía mi péndulo, al tomarlo sentía un poco más de calma, quizás porque es natural para mí, como Hypno, el tenerlo siempre en la mano.

—Seh, Robert es un pokélito, Zak no lo conozco tanto y los demás tipo lucha son ordenados dentro de todo.

—¿Qué es un pokélito? —le pregunté, ignorante de aquel término.

Los ojos del Machoke se abrieron con sorpresa, casi parecía incrédulo de que yo no supiese de que estaba hablando. En realidad es probable que sea sorprendente, pero a este punto ya no se que es raro o normal en mi.

—Es un tipo de pastelito específico para Pokémon; se usan mucho para entrenar, como refuerzo positivo o simplemente como postres. —respondió mientras movía las manos a la par de sus palabras.

Eso sonaba delicioso, ¿cómo serían? La verdad es que no me importaba, mi cuerpo o mente parecía rogar por un simple pokélito en este instante.

—Ahora quiero uno. —me quejé mientras pensaba en un sabor que ni siquiera conocía.

Me apoyé contra el espejo y me dejé caer lentamente hasta sentarme en el suelo, de brazos cruzados y simplemente con dulces en la cabeza.

—Nunca has usado la comida para lidiar con tus problemas, no sería bueno empezar con los pokélitos.

—Lo sé, lo sé. Solo quiero algo con sabor.

—¿Sabes que podrías probar? —la sonrisa picarona de John me daba una idea de que estaba hablando.

—¿Tu pene? —dije completamente serio, pero por dentro me guardaba la risa.

Ambos reímos a la par, carcajadas que parecían fuera de lugar en todo este edificio. Un lugar gris y apagado, donde a pesar de todo la diversión no terminaba de morir; quizás eso es algo que jamás se acaba, no importa cuántas cosas malas sucedan, siempre intentamos disfrutar de las pequeñas cosas, incluso cuando el alrededor parece más deprimente.

El Panóptico: Escombros. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora