Capítulo 35

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Capítulo XXXV
«El sabor de la venganza»


El Panóptico se encontraba especialmente callado durante las últimas horas. Los prisioneros quietos, sentados como estatuas en sus camas; los guardias revisándolos y un pequeño grupo explorando el último piso.

Dos Pokémon tipo fuego iban a la par por estos pasillos, un Incineroar permanecía derecho, todo el escenario le causaba escalofríos. Mientras tanto, un Cinderace iba dominando una piedra redonda con sus grandes patas, parecía mas concentrado jugando que revisando su alrededor.

Finalmente ese silencio fue interrumpido por las dudas del tipo siniestro de aquel par.

—¿No te incomoda este lugar?

—Ni siquiera me importa la verdad —respondió mientras atrapaba la pelota con sus manos—; solamente debemos encontrar a ese hijo de puta y podremos volver a descansar.

El felino asintió sin terminar de convencerse, no sentía esa misma seguridad que su compañero. Ver a todas esas personas así siempre le había hecho sentir mal; claro, había amenazado y golpeado durante su tiempo como prisionero, pero en aquel piso nada se sentía bien.

Todo parecía fuera de lugar.

—¿Salvatore no te ha dicho nada? —preguntó el Cinderace mientras volvía a jugar con la piedra que llevaba.

—No, ya revisamos los demás sectores, pero es imposible que haya logrado escapar, no tiene hacia dónde ir. —fue la respuesta preocupada del más alto.

El pasillo pronto se abría en otro de los laberintos de cubículos, cientos de oficinas una al lado de la otra; las salas abandonadas se distribuían esporádicamente. Estos no eran lugares que acostumbraban estar así de vacíos, la ausencia de gente bastaba para hacerlos sentir aterradores.

Todo estaba muy silencioso, durante el camino no habían encontrado ni el más mínimo rastro de su jefe, o del objetivo. Quizás era simplemente el Pokémon gastándoles una broma, era muy probable que ya hubiese capturado o asesinado al objetivo.

—¿Has pensado que harás cuando el proyecto del director termine? —preguntó de la nada el más alto.

—No —respondió con un suspiro cansado el Pokémon conejo—; no tengo a dónde ir tampoco si decido irme, jamás he sentido esa conexión que muchos Pokémon sienten por los humanos.

El Incineroar se mostraba confundido, se le hacía difícil pensar en ello como algo real. Si, habían hablado varias veces sobre eso antes, pero no quitaba que fuese algo anormal en el mundo en que vivían.

—Nunca termino de entender como funciona eso, ¿los odias o algo?

—No, simplemente no siento nada cuando estoy con ellos; las caricias, los regalos, las palabras de afecto.

Pasaban por mitad del lugar, se encontraban rodeados por los mismos cubículos que cubrían el ambiente a su alrededor; vacíos.

El Incineroar tomó de la muñeca a su compañero y lo acorraló contra la pared, sus cuerpos pegados el uno al otro, la mirada del felino sobre el conejo; intentando descifrar que había detrás de esos ojos que le observaban inexpresivos. Una única pregunta llegaba a las orejas del Cinderace, un susurro que le cuestionaba con cierta necesidad de respuesta.

—¿Qué sientes por mí entonces?

—No lo sé —dijo mientras desviaba la mirada hacia otro lado—, pero es diferente. Creo amarte, pero en realidad no sé cómo se siente el amor… no sé cómo se sienten muchas cosas.

El Panóptico: Escombros. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora