Capítulo 13

35 3 1
                                    

XIII
«Compartiendo la oscuridad»


Nuevamente las luces estaban apagadas y la noche cubría el edificio, me encontraba recostado en mi cama y en total quietud para evitar molestar al Pokémon en la litera de abajo. A veces siento a la ausencia de estímulos como el momento más cercano con mi mente, la meditación y la noche se parecen en algo a mi modo de ver.

En ambas ocasiones podría decir que estoy muerto, lejos de todo lo físico a excepción de mi propia esencia. Casi puedo notar como tomo mis propias manos en la inmensidad de mis pensamientos, como si intentará alcanzarme en una lucha inútil por retomar el control de mi cabeza.

No recuerdo dónde había escuchado que la meditación era una práctica que nos acercaba a la muerte, al momento donde nuestra esencia se separa del cuerpo físico.

“Estas solo Elijah, debes intentarlo.” Susurraba para mi mismo, mientras la oscuridad respondía en con su total mudez. Irremediablemente siempre termino en esa prisión mental que llevó tiempo construyendo.

Quisiera poder olvidar las cosas, mandar una orden y que mi cerebro deseche aquello que crece como una enfermedad en mi interior. Pero es imposible, nunca logro alejarme de los problemas en verdad. El dolor físico no es tanto comparado con lo que la mente puede hacer, no son las cicatrices, es el recuerdo de aquellas emociones de enojo e impotencia del momento donde las obtuve.

A veces pienso que no merezco estar aquí, pero considerando de lo que he sido capaz me doy cuenta, soy consciente de que necesito ayuda o si se es más crudo, necesito ser detenido definitivamente.

Puede que morir no sea tan malo si lo pienso con respecto a los demás, muchas personas tendrían la consciencia tranquila de saber que el asesino de sus seres queridos ya no puede repetir sus acciones. Pero soy egoísta, quiero vivir y no he luchado años por ello como para abandonarlo todo ahora.

«Mereces la muerte.» Una voz irreconocible sentenciaba con rabia dentro de mí cabeza.

«Te ganaste el sufrimiento.» Otra diferente comentaba con un tono estoico.

«Todos estarían mucho mejor si desapareces.» Esta se me hacia conocida, extrañamente familiar y a la vez tan ajena.

—Lo sé, pero es una pena que eso no vaya a pasar. —musité con la voz quebradiza.

«Eres despreciable.» La voz se distorsionaba, como si las palabras estuviesen siendo dichas mientras se ahogaba en su propia saliva.

«Tuviste que haber muerto aquel día.» Ya no parecía ni natural, una mezcla de distorsiones que de algún modo comunicaban su mensaje.

«Te odio Elijah.» Muchas veces repetían al unísono, inundaban mi cabeza con palabras cubiertas por el desprecio.

—No soy una víctima.

Podía sentir como mi cuerpo se hundía más allá de la cama, la vista se me cerraba en un único punto de luz al final de un largo camino. Algo no estaba bien y mi mente se aceleraba ante aquella idea, mi pulso corría intentando que mis extremidades se movieran con la adrenalina. Pero no ocurría nada.

Mi respiración agitada se oía tan lejana y el roce húmedo de las lágrimas parecía hacerse presente, mis manos temblorosas se sentían húmedas al tocar mis palmas con la yema de los dedos. Parecía ser un ataque de pánico, simplemente era incapaz de calmarme y darme cuenta de que lo que sucedía no era real, que mi mente me estaba haciendo una mala jugada engañándome con un falso peligro.
Pero se sentía demasiado real este dolor en mi pecho y mi garganta adolorida en su lucha por aire. Algo debía andar como para que me sintiera así ¿Verdad?

El Panóptico: Escombros. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora