Capítulo 27

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Capítulo XXVII
«El núcleo de El Panóptico»


—Coley… Oliver… —susurré, nombrando aquellos Pokémon delante de mí.

Definitivamente me había vuelto loco, en aquella habitación ahora se encontraban dos personas a las cuales había mandado a morir, a quienes engañé para que se tiraran contra una muerte segura y dolorosa. Pero el dolor se sentía tan real, podía ver al Lucario sentado en una silla de ruedas, casi idéntica a la que salió del ascensor. El Machop parecía normal, ambos conservaban sus uniformes naranja.

—Ya enloquecí ¿No? —pregunté, más para mí mismo que para ellos.

—No, al menos eso creo, yo me siento bastante real a decir verdad. —contestó Coley, su mirada se sentía tan extraña.

Se sentía imposible, pero podía notar como sus respiraciones, actuaban de forma tan natural; ni siquiera se como reconocer una alucinación, es que no deberían de seguir vivos, no con la brutalidad que tienen los Reuniclus durante la limpieza. No tenía a nadie conmigo que me pudiese decir si aquello era real, pero… el golpe en mi brazo se siente bastante real, puedo sentir el daño con solo tocarlo.

—Ven, déjame ayudarte con ese brazo. —ordenó con suavidad el Machop mientras entraba por completo.

El tipo lucha puso su mano en mi espalda, la habitación era parecida a la anterior en estructura, pero tenía un viejo escritorio y pequeño armario encajado en la pared. Sacó de uno de los cajones una caja de vendaje y una pequeña tabla de madera caída del agujero en la pared. Ni siquiera dije una palabra, solo dejé que hiciese lo que quisiese con mi brazo.

Oliver puso la tabla contra mi antebrazo y lo rodeó con el vendaje, la tela se enrollaba con firmeza alrededor de este. Dolía, pero simplemente apretaba el otro puño y mis dientes mordían mi labio inferior para evitar quejarme, los dedos de mi mano derecha temblaban levemente al sentir el tacto del Machop, se sentía demasiado real y aún así nada ahí parecía posible.

—¿Cómo siquiera están vivos?

—No lo sabemos, simplemente estuvimos encerrados en un lugar apartado de la prisión, decían que era un anexo, pero jamás pudimos ver como o donde estaba. —respondió Coley mientras se acercaba con su silla de ruedas, había terminado así por los centinelas.

Un sitio oculto del resto del edificio, difícil de creer, pero ya ni siquiera sabía en qué confiar o no. ¿Me estarían diciendo la verdad? Si fuesen reales, no creo que tengan las mejores intenciones como ellos aparentan; después de todo, es culpa mía que estén así, especialmente Coley, parecía que sus piernas estaban paralizadas.

—¿Y qué hacen aquí entonces? ¿Dónde estamos? —pregunté mientras el tipo lucha dejaba mi brazo, dolía menos ahora y se mantenía en posición.

—Ni siquiera nosotros sabemos, pero por todas las cosas pareciera ser un almacén o algo parecido. —respondió Oliver mientras se sentaba sobre el escritorio.

—Si, todos estos muebles ya los había visto antes, todo es tan familiar.

Incluso el escritorio donde estaba el Machop había sido construido en el taller de carpintería, parecía haber sido ocupado hace poco, quizás nos mienten cuando dicen que van al exterior, simplemente los guardan para mantenernos con trabajo y sirviéndoles a ellos.

—No nos dijeron nada cuando nos cambiaron a este lugar, llevamos solo un par de horas cuando Oliver escuchó un ruido afuera y fue a investigarlo. —comentaba Coley desde su sitio en una esquina.

—Aquel ruido fuiste tú, Elijah. —agregó el Machop.

No recordaba haber hecho ruido, quizás simplemente fue aquel Rattata que me había asustado antes, cuando fue a investigar se topó conmigo y ahora tengo el brazo así como muestra de lo sucedido. El dolor me estaba dando seguridad, era lo único que hacía que todo aquello se sintiese tangible, que mi cabeza no estaba perdiendo los hilos.

El Panóptico: Escombros. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora