Capítulo 18

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Capítulo XVIII
«Cicatrices»


—Recuerda, Elijah. Debes ser un niño bueno y hacerle caso a los humanos, ellos quieren lo mejor para nosotros. —decía una hembra Hypno a su pequeño hijo Drowzee.

El pequeño le miraba con ojos de pena y sus pequeñas manos jugueteaban entre sí por los nervios de la situación. Bien sabía que no volvería a verla, ninguno de sus hermanos o compañeros había vuelto luego de irse.

«Mami, por favor no me dejes ir, no quiero irme.»

“Ni siquiera recuerdo su rostro.”

Un humano tomaba al pequeño en sus brazos y se lo llevaba de aquel lugar, un sitio destinado a la crianza y reproducción específica de Pokémon; ahí mezclaban para obtener sujetos específicos. Con habilidades heredadas y diferentes usos a futuro.

«¡SUELTENME! ¡QUIERO ESTAR CON MI MAMI! ¡NO! ¡MAMI, SÁLVAME!” Gritaba la infantil voz de aquel Pokémon, el dolor en su voz era únicamente entendido por aquellos igual a él dentro del edificio, los humanos simplemente oían quejidos de un animal cachorro.

“¿Las cosas habrían sido diferentes? No hay nada que se pueda hacer ya, pero a veces sirve pensarlo.” En ese momento me sentí reemplazable, innecesario y en algunos momentos inútil. Mi madre había sido obligada a funcionar dentro de ese sistema, y yo fui un producto más.

«Temor al abandono»

«Falta de figuras importantes»

«Dependencia emocional»

«Sentimientos de inferioridad»

Nuevamente estaba en aquella casa, o al menos ahí es donde el Sigilyph me había enviado. Los colores vivos despertaban alertas en mi cabeza y podía sentir el olor a químicos de limpieza, era tan real que sentía como quemaba mi nariz. Me encontraba en la bañera, el agua estaba tibia y podía notar toda mi espalda arder, una serie de vendajes rodeaban mi torso.

Unos pasos de pesadas botas se podían oír fuera de aquel cuarto, la puerta se abrió con suavidad y aquel militar llevaba un botiquín en una de sus manos, se sentó en un banco al lado de la bañera, puso su mano en el borde y me miraba con aparente compasión.

—Esto es tú culpa, Elijah, sabes que cosas me hacen enojar. —comentó mientras dejaba el botiquín a un lado.

Puso su mano detrás de mí cuello e hizo que me sentara, sus manos tomaron un extremo de las vendas.

—Pero… si simplemente le dije que debía tomar su medicina. —repliqué a duras penas por el ardor que palpitaba en mi espalda.

Jaló con fuerza y pude notar toda mi espalda arder ante aquello, un único grito salió de mi garganta mientras la sangre caía desde las heridas recién abiertas. Aquel trozo de tela tenía restos enrojecidos de costra y rastros de infección.

El agua de la bañera se teñía rápidamente de rojo y perdía su clara apariencia. Los quejidos constantes y las náuseas permanecían bien presentes, por segundos sentía que mi visión se iba a negro y mi cabeza luchaba por mantenerse firme.

—Y también te he dicho que no debes responderme, no saldrá bien.

Hice caso a sus palabras y permanecí en silencio. Aquel hombre acariciaba mi espalda mientras limpiaba con un paño con alcohol con firmeza mis heridas, en ese momento era una situación muy contradictoria; ahora entiendo que era un intento de manipulación, él se había dado cuenta de mi ingenuidad y la supo utilizar.

El Panóptico: Escombros. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora