Capítulo 5

81 4 2
                                    

V
«Decreto administrativo»


La oscuridad de la celda es lo único que me acompaña luego de que los gritos se detuvieron, observar aquella puerta por la cual salió ese Lucario es todo lo que llevo haciendo por, al menos, la última hora.

Me encontraba sentado y abrazando la almohada de mi cama mientras tenía la mirada fija en el metal. Me duele la cabeza y mi nariz sangraba débilmente, cada vez que estaba en una situación así esto sucedía; quizás es el estrés.

Puedo sentir como mi mente se comienza a revolver en cientos de memorias que llevaba meses enterrando, cosas que deseaba no revivir, pero que despertaban cada que oía las alarmas de la limpieza. Cierro con fuerza los ojos mientras la cacofonía de alaridos gritando por mi nombre se hace presente, todas con un gran odio y rabia, como la de un Mightyena desesperado por devorar carne, puedo sentir a los dueños de aquellos gritos intentando rebanar mi garganta. Cada uno de los Pokémon que habían dormido en aquella cama, todos los que salieron por aquella puerta mientras las luces rojas nos alarmaban del peligro mortal que se encontraba allá afuera.

—No son reales Elijah, están muertos —repetía como si de un mantra se tratase—. No pueden lastimarte, estas a salvo.

Y poco a poco podía sentir que se callaban, las lágrimas de impotencia escaparon por mis ojos fuertemente cerrados para correr por mi cara. Sin ser consciente me aferraba con desesperación a la almohada y oculté mi rostro en ella, mojándola con mi silencioso llanto.

Odio llorar, aunque no puedo evitarlo y suelo hacerlo más de lo que me gustaría admitir. Cada vez que lo hago mi cabeza comienza a doler de forma agobiante, se sentía como si una mano helada estuviese intentando aplastar mi frente.

—Lo siento tanto —comenté, casi como si ese Lucario pudiera oírme—. Al menos espero que estés descansando en paz.

Un leve sonido de clic provino de la puerta, estaba nuevamente asegurada y el sistema de seguridad ha vuelto a funcionar, al menos espero que no hayan más gritos por el resto de la noche, volvería más fácil el pasar estas horas presa del insomnio.

Las noches aquí suelen ser muy frías, silenciosas e incómodas. Detrás de aquel espejo en la pared están los Reuniclus, vigilando a todos y cada uno de nosotros; ese cristal es en realidad un vidrio unilateral que usan para tenernos controlados durante cada momento dentro de las celdas, nos dimos cuenta de eso en una de las tantas salidas al jardín central. Y claro, además estaba protegido por gruesas capas de material templado, incluso para un Pokémon en estado natural le sería difícil romperlo.

Dejé caer mi cuerpo para recostarme en el suelo, mirar al techo y hacer lo de cada noche, esperar a la luz artificial que anuncia la llegada del día junto al movimiento en la prisión. Es casi como si solamente mi mente estuviese durmiendo, apagada y ajena al mundo real, mientras, mi cuerpo permanecía alerta a la espera de que mis ojos pudiesen cerrarse en un sueño profundo, algo que nunca lograba conseguir, imágenes de malos momentos pasaban cada que lo intentaba.

Quizás ya me había acostumbrado al cansancio, o simplemente ya lo ignoraba de forma inconsciente, pero pocas veces el sueño volvía. Aunque tampoco importaba si dormía o no, las pesadillas me mantendrían despierto de igual manera.

Y las horas pasaron como arena por un reloj roto, tan rápido que sentí como si hubiese pasado en un simple latido que cargaba con aquel tormento de espera. Las luces de la celda se encendieron repentinamente, y con ello vendría el anuncio de la mañana.

El Panóptico: Escombros. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora