Capítulo 12

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XII
«Cercanía»


Ya me encontraba en la hora de trabajo, han pasado ya unos días del incidente en el comedor que resultó en la muerte de aquel Blaziken; el taller olía a viruta de madera y se llenaba por los ruidos eléctricos de las herramientas. Todos se notaban tranquilos en sus zonas y a lo lejos podía ver a Klaus entre algunos Pokémon, su mirada se encontraba concentrada, pero a la vez se sentía perdida. Cada uno llevábamos gafas de protección y guantes para poder trabajar sin dañarnos mucho durante el proceso.

Las cosas durante esta semana han sido cotidianamente deprimentes, las muertes pasan y los heridos están, pero no resulta impactante; al menos ya no. Es… triste quizás, pero tampoco puedo terminar de sentirme mal por esto, no se si sea culpa mía esta insensibilidad o si es a causa del ambiente en general de la prisión. Pero no se termina de sentir completamente en su lugar, es extraño.

No debería pensarlo mucho, debo seguir trabajando.

Ahora mismo estaba ocupado lijando una silla de madera, el armazón estaba completo y faltaba este proceso para poder barnizarla. La verdad es que pasar las horas en este lugar siempre resulta muy relajante, tener la mente concentrada en algo es de mucha ayuda cuando los días se vuelven más pesados; afortunadamente este había pasado con tranquilidad.

Me gusta la carpintería, necesita precisión y habilidad con las manos; creería que poseo ambas cosas, después de todo aún conservo todos mis dedos luego de años aquí. Igualmente ese no era un incidente tan común, un par de Pokémon sufrían por ello cada año o más. Pero lo más importante es que me deja estar fuera de mi mente, debo tener la atención puesta en la madera y las herramientas.

Mientras pasaban los minutos, y la superficie de la madera se iba suavizando, pude notar como alguien se paraba delante de mí zona de trabajo, al alzar la mirada mis ojos se toparon con un Pokémon felino musculoso de pelaje rojo, negro y gris.

—¿Qué tal dulzura? —una voz me llamó en un aparente tono sensual.

—La última persona que me llamó así terminó sin dedos. —respondí volviendo la vista a mi trabajo.

Es el Incineroar que vi hace unos días asesinar a un Blaziken como si nada, no pude ver remordimiento en sus acciones y más bien parecía haber orgullo. Puede que sea hipócrita que yo hable así, pero nunca me siento bien luego de hacer esa clase de cosas, solo hay un vacío que es llenado por arrepentimiento.

—Uy, me gusta tu estilo. —comentó sin importarle mi amenaza.

—Y a mi me gustaría abrirte el rostro—continué con la misma actitud agresiva—, pero no todos obtenemos lo que nos gusta.

—Vamos pequeño violento ¿Te gusta lo que ves? —preguntó mientras flexionaba los brazos mostrando sus músculos.

En algún otro contexto quizás le hubiese seguido el juego, pero pude ver lo que era y definitivamente es peligroso. Además, la actitud prepotente le quita toda clase de sex appeal que pudiese tener, por tanto, no tenía motivo para aceptar cualquiera de sus propuestas.

—Si, la verdad no, solo me dan ganas de abrirme los ojos con navajas. —respondí mientras volteaba la silla para revisar su superficie.

Incluso estando concentrado en la madera podía imaginar la expresión que tenía en su rostro, una sonrisa de seguridad y chulería vomitiva. Al alzar otra vez la mirada comprobé que mis sospechas eran correctas.

La verdad es que este tipo de Pokémon son los que más me molestan, no saben aceptar un “No” por respuesta y parecía como única opción el usar la violencia. Sentía ese impulso cuando las palabras no funcionaban, simplemente destruir aquello que me molestaba; no se bien cuando empezó, antes solía simplemente esconderme de esa clase de cosas.

El Panóptico: Escombros. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora