Capítulo 4

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IV
«La limpieza»

El resto de las horas de trabajo permanecieron sin mucho más que destacar, todos parecían concentrados en avanzar en lo suyo para poder terminar por completo la jornada y así tener, aunque sea unos minutos libres antes de que dieran el siguiente anuncio. Resultaba casi gracioso, llevaba ya varias horas y tenía que acostumbrarme al sistema, jamás se me hubiese ocurrido pensar en estas cosas antes de este lugar. Hubiera preferido nunca tener que sentirme tan aplastado por toda esta autoridad e incertidumbre.

La cocina estaba repleta por el olor del pan horneado y el dulce aroma que algunas bayas liberaban, estar en esta situación me llevaba a buenos recuerdos de mi hogar junto a mi entrenadora. Tan solo quiero volver a eso, de solo pensar en ello siento mi cuerpo temblar y las lágrimas luchando por huir; pero no debía llorar, no todavía.

Estaba lavando los moldes que utilizamos para preparar el pan junto a Tommasi, él parecía bastante concentrado en esto. Quizás simplemente dejaba que su mente lo llevara a otros pensamientos, parecía estar siempre con los demás reclusos en mente, incluso se refería a ellos como “compañeros”. Es raro, aún no sentía esa cercanía con el resto, todos se sentían tan ajenos, o solo yo estaba muy fuera de lugar.

Por el rabillo de la mirada pude observar un pelaje blanco y rojo, un Pokémon del cual no había escuchado ni una palabra durante todas esas horas.

—¿Qué sucede con aquel Lycanroc? —le pregunté al Kadabra.

Me causaba intriga su actitud solitaria, y tampoco es que los Lycanroc nocturnos tuviesen mucha fama debido a su buen comportamiento, eso solamente aumentaba la curiosidad que nacía en mi. Si tan solo no tuviese este metal alrededor del cuello, quizás hubiese podido comprender las cosas sin tener que enfrentarme a ello, hubiese bastante con escuchar por unos segundos al aura de aquel tipo roca.

—¿Madigan? —dijo mientras apuntaba a dicho Pokémon.

—Si, ese mismo, es que ni siquiera sé su nombre y no ha hablado con ninguno.

Ya ambos habíamos terminado de lavar las cosas, Tommasi se cruzó de brazos mientras se apoyaba contra el borde del lavaplatos. El metal reflejaba las luces del techo, el lugar permanecía en buen estado y los suministros eran frescos, debe tener una forma de abastecerse; no puede ser algo tan desconocido entonces.

—Oh, si, él es así —comentó mientras tomaba una pausa—. Es casi como Eli, si, se parecen en eso.

«Queridos reclusos, la hora de la ducha es dentro de... quince minutos... recuerden que se tomará lista y aquel que falte será puesto en aislamiento.» Anunciaron por el sistema de audio.

—¿Debo temerle?

Voltee para buscarlo con la mirada, seguía en una esquina, alejado y sentado con la mirada fija en el suelo, su gran melena ocultaba su rostro de los demás. Me aterra la pura idea de hablarle, nunca fui muy bueno para eso, comenzar conversaciones era difícil sin tener algo con que partir.

—No lo sé, no soy muy bueno para meterme en problemas así que no sabría decirte —su mirada se desvió hacia el muro, estaba pensativo—. Pero quizás debas tener cuidado con todos al final.

—¿Incluso contigo? —le cuestioné.

El Kadabra me miró fijamente, sus ojos se movían constantemente mientras parecía analizar cada uno de mis gestos y, a pesar de todo, su expresión era de tristeza.

El Panóptico: Escombros. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora