Capítulo 2

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II
«Conocimiento subconsciente»

—Muy bien carne fresca, es momento de ver que tan jodidos están. —vaya palabras más alentadoras venían de aquel Pokémon.

El Inteleon iba vestido con un uniforme clásico de guardia, nada muy destacable aparte del radio que llevaba en el cinturón.

Aquel tipo agua comenzó su caminar por las mismas puertas por las cuales habían salido los Reuniclus con los demás reclusos, esta salida daba a un pasillo que se extendía de izquierda a derecha, él giró hacia la izquierda. A medida que avanzábamos se podían ver pocas puertas y una que otra escalera, no creo que fuesen más que armarios de utensilios o cosas pequeñas del estilo, ni siquiera tenían carteles o algo para diferenciarlos.

Al fijarme en los otros nuevos pude notar una común cara de confusión, todos parecían preguntarse que estaban haciendo en aquel lugar.

—Ya llegamos —anunció el guardia—. Irán por turnos, deben quedarse en la sala de espera; los estaré vigilando.

El Inteleon abrió una puerta de madera que daba a una acogedora sala de espera, tenía sillones y cojines para sentarse. Pasamos todos y nos acomodamos en los asientos, ahora podía ver a cada uno de los presentes. Había uno en específico que me llamaba la atención, un Meowstic macho cuyo uniforme tenía el código «678A», la mirada perturbada en su rostro resultaba preocupante. El Pokémon gato temblaba incluso cuando abrazaba sus rodillas en un intento de protegerse, sentía mi garganta cerrarse y un dolor en el pecho al verlo en ese estado.

—Necesito encontrarla. —podía oír sus susurros.

Decidí sentarme a un lado suyo en el sillón más grande de la sala, al hacerlo el pequeño se sobresaltó y volteó a mirarme unos segundos, incluso cuando puso sus ojos sobre mí su vista parecía completamente perdida.

—Hola, mi nombre es Coley, ¿cómo te llamas? —me presenté para intentar sacarle plática.

Quizás lograba distraerlo de sus pensamientos. El tipo psíquico volvió a mirarme, esta vez por más tiempo, hasta devolver sus ojos hacia el frente.

—Robert. —parecía monótono, pero dejando arrastrar esa única palabra.

Bueno, parece que todos los nuevos la están pasando parecido, aunque me pregunto si todos aquí olvidaron, o desconocen, como terminaron en esta prisión; ¿podrían todos haber pasado por lo mismo que yo? Era una locura, de seguro simplemente la mayoría estaba aún aturdida por lo que sea que hayan vivido para llegar aquí.

—¿Cómo te encuentras? —no se me ocurría mucho más.

—Mal, no estoy con Rosalind, nunca hemos estado separados y no sé qué hacer sin ella. —su respiración era desordenada al responder.

—¿Y quién es ella?

—Es mi hermana, hemos vivido desde nacimiento junto a nuestra entrenadora —tomó una pausa y lágrimas parecían caer por sus ojos—. Y ahora ya no sé qué hacer sin ella, siempre tomaba decisiones por los dos.

—Bueno, si es como dices, ella debería también estar en este lugar, ¿no?

Espero que la respuesta lo pueda calmar un poco, incluso sin poder sentir su aura era capaz de notar como estaba sufriendo con toda esta situación, y el pequeñín parecía agradable. Quizás sea simplemente que al verlo tan desprotegido sentía la necesidad de ayudarle.

El Panóptico: Escombros. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora