Capítulo 32

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Capítulo XXXII
«Ojos que no ven»


Teniendo toda la situación planeada con tiempo, ahora lo único que nos faltaba era realizar el acto de rebeldía en contra de los humanos. Esta sería la manifestación directa de que todavía no tienen un control absoluto sobre nosotros, y que su sistema presenta fallas claras en su funcionamiento.

Llevamos años pensando que algo como esto no podría suceder, pero la verdad es que el miedo siempre es algo que resulta controlador, una sensación que baña el ambiente total dentro del edificio. De solo pensarlo podía notar como temblaba ante la idea, pero también como sonreía por segundos al tenerlo en la cabeza. Aún así, esa simple idea me llevaba directamente a sus consecuencias en caso de fallar; y esto no era difícil de que suceda, simplemente con un segundo desperdiciado todo podía irse al carajo.

Y esto no es una misión la cual únicamente dependa de mí, los demás son parte fundamental de que las cosas vayan bien. Especialmente Pascal y Carpenter, ellos son quienes mayor conocimiento tienen sobre esa parte del edificio.

Necesito confiar en ellos, todos los que son parte de esto, se siente demasiado extraño. Los veía en mis pensamientos, y no podía evitar notar como mi corazón se aceleraba a la par de mi respiración, mi mente se nublaba con escenarios desfavorecedores donde ellos me miraban con desprecio, rodeados por sangre que se llevaba el calor de mi cuerpo; de momento parecía imposible confiar.

La melodía del agua de las duchas no me permitía distraerme, mucho menos ayudaba que la hora de acción se encontraba a tan solo unos minutos de lejanía; casi puedo asegurar que escucho el tic tac de un reloj imaginario dentro de mi cabeza, un preámbulo insistente.

Nada parecía cambiar al momento de cortar el paso de agua de mi regadera, mientras envolvía mi cuerpo con la toalla todo lo externo se sentía demasiado extraño; me costaba concentrarme y las cosas simplemente pasaban mientras no podía fijarme en ellas.

Mis pasos contra el húmedo suelo retumbaban con eco dentro de mi cabeza, casi aseguraba que me encontraba en una cuerda floja, caminando hacia un destino incierto. Andaba por aquel simple pasillo de cerámica entre las demás duchas, con todos los Pokémon compañeros enfrascados en lo suyo.

Al sentarme en la banca de cambio notaba mi pecho doliendo y los escalofríos bajo mi pelaje, mis dedos se movían temblorosos al enterarse por momentos en mi piel, era imposible distinguir entre el agua y el sudor frío.

Mi respiración hacía que mi pecho, y por consiguiente mi exagerado collar de pelo blanco, subiese y bajase rápidamente; ni siquiera eran caladas cortas de aire, eran tortuosas perdidas momentáneas de respiración.

Debes calmarte, es un momento crucial.

Llevé ambas manos a cubrir mis ojos mientras me encorvaba con los codos apoyados en ambas rodillas. Todo va a salir bien, estoy con la ayuda de Pokémon más aptos y confiables que yo. Solo debes respirar, Elijah.

Ejercicios de respiración, eso te lo enseñaron hace años y los has practicado varias veces; nada es diferente en esta ocasión.

Todo es diferente, estoy rodeado de mis demás compañeros. Yo no soy como ellos, y no hablo en el buen sentido, no merezco ser llamado Pokémon. Uno de ellos jamás podría hacer las cosas que yo le hice a mis compañeros, no merezco ser tratado como ellos.

Debes inhalar, contar hasta diez y luego exhalar lentamente.

Pero nada iba a detener esas ideas intrusivas, no terminaban de ser mentiras, sin embargo, tampoco quiero acabar de aceptarlas como verdades. No sé si la oportunidad es algo que realmente deseo, una posibilidad de redención. Siempre he sido una mala persona y las acciones tienen consecuencias, merezco acabar de las peores formas posibles.

El Panóptico: Escombros. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora