Stella Baker
Llegando a la universidad, mi mirada busca a Max y a Liam. Localizo al castaño de ojos color miel, junto a Charlotte. Ambos están juntos, charlando en una esquina, como cualquier otro día. Últimamente están más juntos que de costumbre. Esas miradas que se dan que exclaman: deseo, atracción y tal vez, amor. Luego están esos coqueteos de Charlotte hacia Liam. Por ejemplo, cuando enrolla un mechón de su cabello pelinegro alrededor de su dedo mientras habla con él.
Pero... si Liam está aquí, ¿dónde se encuentra Max? ¿En su casa? ¿Durmiendo? Es Max, no me extrañaría que fuera así.
—Buenos días, minion —susurra la voz de Max, cerca de mi oído.
Al darme un susto, le golpeo con todas mis fuerzas en su pecho. Dándome igual que esté o no dolorido. Soy de esas personas que, si se asustan, golpean. Otras chillan y algunas ni se asustan siquiera.
—¡¿Se puede saber cómo apareces así, de la nada?! —le digo, asustada.
—Pobrecita —dice con una falsa lástima—. Soy mago, por eso aparecí sin que tú te dieras cuenta. Me teletransporté para darte un susto.
—Teletranspórtate a la mierda.
—¿Con Julieta? Créeme, no me quieres ver con ella —dice, mirándola en la lejanía—. Te pondrías... celosa —sonríe.
No le devuelvo la sonrisa. Desvío mi mirada hacia la chica pelirroja que pasa por nuestro lado. Ella nos saluda con una sonrisa, pero tampoco se la devuelvo a ella. Max sí, saludándola también con la mano.
—Rectifico. Estarías más celosa de Van, que de Judith.
—¿Van?
—Vanessa —aclara.
—Qué íntimos sois, hasta la llamas por un apodo —ruedo los ojos.
Él alza las cejas al oír ese tono de voz, tan impropio de mí. Piensa que estoy celosa, cuando en realidad, estoy de mal humor. No pregunta nada, decide que es mejor no hacerlo para no llevarse una mala contestación de mi parte.
—¿Entramos? —pregunto.
—¿A dónde?
—A la universidad. ¿En qué pensabas? —frunzo el ceño.
—El otro día querías que entrara en otro sitio... —comenta, pervertido.
—Max, son las ocho de la mañana.
—Y hasta las doce del mediodía no soy persona —asiente él con la cabeza—. Pero a veces, al verte, me entra la inspiración. Eres mi musa —me guiña un ojo, antes de adelantarse hacia la entrada.
Voy tras él, soltando un suspiro. Caminamos por los largos pasillos de la universidad, hasta llegar a nuestra clase. Somos los primeros en llegar, no hay nadie más. Ni siquiera el profesor, que suele ser el primero en llegar a clase para ir preparando las cosas que explicará el día de hoy.
Nos sentamos en nuestros sitios del final, dejando la mochila a un lado. Suspiro al pensar que estamos a lunes, primera hora de la mañana. Qué larga semana nos espera.
Mis ovarios me duelen demasiado, a pesar de haber tomado un paracetamol para disminuir el dolor. Es como si alguien los estuviera retorciendo en mi interior. Pongo ambos brazos en mi barriga, encogida por el dolor. ¿Por qué tengo que tener la regla? Lo único bueno es que sé que no estoy embarazada y que me dura unos tres o cuatro días. Pero esos pocos días, me duele como si me estuviesen apuñalando cada segundo. Y no sé si pierdo ahora más sangre, o perdería más sangre siendo apuñalada de verdad.
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Max y Stella ✓
Teen FictionNo son el prototipo de pareja perfecta. Tampoco buscan serlo. Son dos personas que tan solo quieren un poco de paz el uno en el otro. Pero esa palabra, «paz» no parece estar en su vida cuando tienen que enfrentarse a un caso de asesinato siendo unos...