Capítulo 38

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Stella Baker

Me despierto con el brazo de Max alrededor de mi cintura, pegando mi espalda a su torso desnudo. Siento su tranquila respiración en mi nuca. Todavía sigue dormido a pesar de ser las doce del mediodía. Al estirar mi mano para alcanzar mi móvil y ver la hora, siento un pequeño pinchazo al hacer ese gesto. Agujetas. Me duele todo el cuerpo.

No fue buena idea invitar a Max a pasar la noche, mucho menos invitarlo a mi cama a «dormir». Porque eso fue lo último que hicimos.

Levanto su brazo con delicadeza, queriendo no despertarlo todavía. Lo pongo sobre su costado y él ni cuenta se da. Permanece con los ojos cerrados, pareciendo un ángel. ¿Quién diría que es lo contrario a un ángel? Al girarme hacia él, acaricio su mejilla mientras todavía duerme.

A mi mente vienen sus confesiones de anoche. La que más me llamó la atención fue lo que le hizo al tal Benny. Inmediatamente pienso en lo que él debió de sufrir para llegar a ese punto de casi matar a alguien. Me quedé helada al escucharlo, no esperé eso de él. Pero sé que a mí no me haría algo así, y tampoco repetiría ese episodio de ira con nadie. Fue tan solo la situación de ese día, todos sus problemas, todo lo que él sentía y que tan retenido estaba, lo que desató ese final.

Y de lo único que tengo miedo, es de sentir ese algo más hacia él. Y sé que es absurdo tenerle miedo al amor. Pero cuando encuentro a esa persona que es perfecta para mí, sé que algo malo le pasará. Sobre todo, con el mensaje que recibió el otro día. Tengo miedo a que se repita la misma historia con Jaden. Y, estoy segura que esta vez, no podría superarlo.

«No le temes al amor, le temes a sus consecuencias.»

Max abre sus ojos cafés, mirándome al instante. Aparto mi mano de su mejilla, haciendo que él sonría.

—¿Mirándome mientras duermo?

—Estás en mi campo de visión —me justifico.

Él se abriga con las mantas hasta el cuello, refugiándose del frío.

—¿Dolorida, minion? —pregunta, sin ocultar esa sonrisa pícara.

—Vete a la mierda —me río, ocultando la respuesta.

—Vale, luego me acompañas y vamos juntos para no perdernos.

—Muy chistoso, payaso.

Él se gira, pegando su espalda al colchón y mirando al techo.

—Estoy destrozado, menuda noche la de ayer —admite, sonriente al recordarla—. No debí meterme en el lago —dice, arrepentido—. Tengo frío. Ven, dame calor —me acerca a él, abrazándome.

—¿A quién se le ocurrió el gran plan de tirarse al lago con el frío que hacía? —cuestiono, mirándolo—. Eso es el karma.

—Ni te quejes, Stella. Porque... ¿te recuerdo quién lo pasó mejor en el lago? —pregunta, a escasos centímetros de mí—. Y en el coche...

—En el coche también disfrutaste tú.

Él sonríe.

—Me vinieron recuerdos de mi primera vez —bromea, ganándose una mala mirada mía—. ¡Es broma! Tan solo recuerdo el coche, no la chica —alzo una ceja, sin creerle—. Es la verdad —jura, riendo.

—Eres un idiota.

—Y tú una minion.

—Ya, pero te gusta esta minion —le guiño un ojo, sonriendo.

—Y a ti este idiota —me devuelve la sonrisa.

Un mensaje suena en mi móvil. Me alejo de Max en la cama, estirando mi brazo para ver quién es a estas horas. Miro el nombre de Andrés en pantalla.

Max y Stella ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora